El Centro Simon Wiesenthal en una carta a Pedro Sánchez: “¿Va a encarcelar a los sobrevivientes de Auschwitz por haber incitado el odio a los nazis?”

La institución, pionera en la lucha contra el nazismo y en memoria de las víctimas del Holocausto, muestra su indignación al Gobierno por una circular de la Fiscalía que ampara a grupos nazis bajo la ley de delitos de odio.

Miquel Ramos – 29 enero 2020

El director de Relaciones Internacionales del Centro Simon Wiesenthal, Shimon Samuels, ha remitido una carta al presidente del Gobierno español manifestando su indignación tras conocer una circular de la Fiscalía que considera a los nazis un colectivo amparado por la legislación de delitos de odio. Según explican en su página web y desde su oficina en París, la misiva fue remitida el pasado lunes, día en que se conmemoró el 75º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz por las tropas soviéticas, a cuyos actos acudió el rey Felipe de Borbón y mandatarios de varios países junto a varios supervivientes. 

La polémica Circular 7/2019 sobre pautas para interpretar los delitos de odio tipificados en el artículo 510 del Código Penal, publicada el año pasado, señalaba que “una agresión a una persona de ideología nazi, o la incitación al odio hacia tal colectivo, puede ser incluida en este tipo de delitos”. Esta interpretación contradice el verdadero motivo de la legislación de delitos de odio, que es proteger a los colectivos vulnerables, tal y como recogen los organismos internacionales impulsores y defensores de esta figura legal como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) o el Consejo de Europa.

«Es una broma enferma, una bofetada a todos los sobrevivientes del Holocausto, al igual que la afirmación de que los nazis nunca podrían perdonar a los judíos por obligarlos a construir Auschwitz»

Shimon Samuels, director de Relaciones Internacionales del Centro Simon Wiesenthal

En este sentido, Samuels pregunta al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, si considera también un crimen “la incitación al odio al ISIS, a ETA o a aquellas ideologías que apoyan el exterminio de lo que consideran razas inferiores”. En la carta se tacha esta interpretación de «una broma enferma, una bofetada a todos los sobrevivientes del Holocausto, al igual que la afirmación de que los nazis nunca podrían perdonar a los judíos por obligarlos a construir Auschwitz”. Ante ello, el Centro Simon Wiesenthal insta al presidente del Gobierno español «a tomar las medidas apropiadas […] contra aquellos que profanaren la memoria y banalicen las atrocidades nazis».

Fiscalías de delitos de odio

Las fiscalías de delitos de odio no se pusieron en marcha en España hasta el año 2010, y no fue hasta 2014 cuando el Ministerio del Interior empezó a publicar datos al respecto. Desde entonces no han sido pocos los casos polémicos que se han visto salpicados por esta legislación pensada para proteger a colectivos vulnerables, de acuerdo con la definición aprobada desde el Consejo Ministerial de la OSCE celebrado en Maastricht en 2003:  

“Toda infracción penal, incluidas las cometidas contra las personas o la propiedad, donde el bien jurídico protegido, se elige por su, real o percibida, conexión, simpatía, filiación, apoyo o pertenencia a un grupo. Este grupo se basa en una característica común de sus miembros, como su ‘raza’, real o percibida, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, la edad, la discapacidad, la orientación sexual, u otro factor similar”. Decisión n. 4/03 de la OSCE

Esta misma definición es la que recoge la propia web del Ministerio del Interior. La protección de grupos nazis bajo la ley de delitos de odio que la circular 7/2019 de la Fiscalía pidió el año pasado ya se venía aplicando desde hacía años. El documental 12 d’Octubre: cultura de l’odi i legítima autodefensa explica exactamente lo que hoy denuncia el Centro Simon Wiesental. Se trata del caso de seis jóvenes antifascistas que tuvieron un enfrentamiento con grupos neonazis tras una manifestación ultraderechista en Barcelona el 12 de octubre de 2013. El fiscal de Delitos de Odio de Barcelona pedía para cada uno de ellos 17 años de prisión, con el agravante de discriminación ideológica, extremo que finalmente fue rechazado por el juez. El documental, realizado por Metromunster, reflexiona sobre la aplicación de esta legislación pensada para proteger a colectivos vulnerables en beneficio de quienes históricamente los han perseguido. Es la misma pregunta que hace Shimon Samuels a Pedro Sánchez en la carta remitida: “¿Va a encarcelar los sobrevivientes de Auschwitz por haber incitado el odio a los nazis?” 

El Centro Simon Wiesenthal fue fundado en 1977 en Estados Unidos en honor al judío austríaco superviviente de cinco campos de concentración nazis que dedicó toda su vida a perseguir criminales de guerra nazis, consiguiendo atrapar a más de 1.000, entre ellos a uno de los artífices de la Solución Final, el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, escondido en Argentina. 

Esta no ha sido la única vez que la interpretación arbitraria que hace el Estado español de esta legislación provoca sorpresa en diferentes organismos expertos y pioneros en la lucha contra los delitos de odio. Ya en 2018, la Comisión Europea Contra el Racismo (ECRI) y la OSCE criticaron que en España se aplicara esta figura legal contra quienes insultan o agreden a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FSCE).

El caso más controvertido en este sentido ha sido el de los jóvenes de Altsasua, condenados por una pelea de bar con varios agentes de la Guardia Civil. La Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional resolvió finalmente el año pasado mantener la condena fijada por la Sección Primera de dicho Tribunal, incluyendo el agravante de discriminación ideológica, a las siete personas condenadas por este polémico caso, para el que también la Fiscalía pedía aplicar el delito de terrorismo. En octubre, el Tribunal Supremo rebajaría las penas al rechazar el agravante de discriminación ideológica atribuido anteriormente. “El que fuesen guardias civiles ya ha sido tenido en cuenta para conformar la tipicidad del delito de atentado”, concluyó la sala. Los jóvenes siguen en prisión con penas de hasta nueve años y medio. 

Fe de errores: Inicialmente el artículo decía que se conmemoraba el 80º aniversrio de la liberación del campo de Auschwitz.

Un concejal de Vox vota contra el reconocimiento a cuatro prisioneros españoles en los campos nazis

Fidel Valcarce, único concejal del partido ultraderechista en la localidad valenciana de Bétera, se opone a un homenaje a cuatro vecinos que estuvieron presos en los campos de concentración nazis, de los que solo sobrevivió uno.

Miquel Ramos – 19 enero 2020 – Una lectura de 3 minutos

“Yo no voy a debatir quiénes lo hicieron bien y quiénes lo hicieron mal. Mi forma de pensar es que el reconocimiento hay que hacerlo a todos los que lucharon por la libertad en un bando o en el otro.” Así se expresó el pasado 13 de enero el concejal del partido ultraderechista Vox y exmilitar en Bétera, Fidel Valcarce, para justificar su voto contrario a homenajear a cuatro vecinos de la localidad valenciana que fueron confinados en varios campos de exterminio nazis. Los hermanos Francisco y José Ten Campos, Vicente Miralles Aloy y Eduardo Campos Falomir fueron arrestados en la Francia ocupada por los nazis y enviados a varios campos de concentración.

El historiador local y antiguo profesor Jorge Alonso descubrió el destino de estos cuatro vecinos de Bétera y ha promovido los actos de homenaje aprobados por todos los grupos políticos del Ayuntamiento (PP, PSOE, Compromís, Cs, Mas Camarena-Torre En Conill) , a pesar del voto negativo de la ultraderecha. La moción “pretende recordar, divulgar y rendir homenaje a los cuatro beteranos olvidados que hace setenta y cinco años estuvieron en los campos de concentración nazis (Mauthausen, Gusen, Dachau y Buchenwald). Personas que deben permanecer en la memoria ciudadana. El recuerdo de estos beteranos que por cuestiones políticas y por defender la causa republicana fueron víctimas del fascismo y nazismo.”

En un pleno en el que previamente se había acordado que no habría ninguna intervención, el concejal de Vox insistió en tomar la palabra y reivindicar su negativa a reconocer a las víctimas de los nazis. “Creo que igual sufrieron los de un bando como los de otro. Hay víctimas de ambos bandos, por lo tanto, estamos en contra de que se reconozcan los de un bando y los del otro no. (…) Seguimos luchando contra las opiniones que no nos gustan, porque creo que son discriminatorias.”

Valcarce equiparaba así a los nazis y a sus víctimas. “Yo respeto profundamente a aquellas personas que se juegan su vida por defender los ideales en los que creen, sean acertados o equivocados”, argumentó.

Los hermanos Ten Campos, calificados como “rojos españoles” (Rotspanier) por los nazis, terminarían prisioneros en Mauthausen junto a 7.530 españoles y españolas más. Entre este campo y el de Gusen, separados por unos cinco kilómetros, morirían junto a los hermanos de Bétera un total de 4.816 españoles.

Eduardo Campos Falomir, con tan solo 23 años, murió el 11 de abril de 1945 durante la rebelión de los prisioneros del campo de concentración nazi de Buchenwald ante la llegada de los soldados norteamericanos, que liberaron el campo ese mismo día.

Miralles Aloy fue director de la banda municipal de Anna y al estallar la guerra combatió en el bando republicano. Huyó a Francia y fue arrestado y deportado al campo de exterminio nazi de Dachau, a pocos kilómetros de Múnich, junto a otros 604 españoles. Fue el único vecino de Bétera prisionero de los nazis que logró sobrevivir tras ser liberado por el ejército norteamericano en abril de 1945. Murió en Francia en 1960 sin haber vuelto nunca a su localidad natal, que le rendirá homenaje junto a sus tres paisanos el próximo 28 de marzo a pesar de la oposición del partido ultraderechista.

No dejemos la política en manos de los políticos

“La sociedad civil debe elegir su papel: empujar o contemplar. La pasividad es parte del problema. No es tiempo para equidistantes”, reflexiona el autor.

Miquel Ramos – 07 enero 2020

La representación de hoy en el Congreso cierra el capítulo piloto de la serie que empieza justo ahora. Hemos visto a los protagonistas presentarse con los aplausos y los gritos del público, como aquellos enlatados en una sitcom de los 80. Artículos de prensa con pretendidos spoilers, declaraciones, dramas, tramas y fechorías de sus protagonistas fuera del escenario. Un pastiche de géneros que promete.

Pero ahora empieza el trabajo de verdad. Muchas son las esperanzas, los cuchillos afilados y el escepticismo que aguardan entre bastidores, tras un año frenético en el que la izquierda ha acabado obligada a entenderse y la ultraderecha ha conseguido un papel protagonista. No solo por su proyección mediática, sino porque ha conseguido arrastrar al resto de derechas a su hedionda trinchera.

Hemos visto reproches y súplicas de la ciudadanía a los representantes públicos con más o menos agresividad, con escepticismo o con ánimos, como si el futuro de todo dependiera única y exclusivamente de ellos y ellas. Una parte, sin duda. Pero otra, de la que poco se habla y será decisiva, no. Esta responsabilidad en el devenir de los acontecimientos será compartida por políticos y ciudadanía. Porque todo es política. Porque más allá de las instituciones, olvidamos el papel que juega la sociedad civil a diario, en su entorno, con su actitud, su compromiso o su pasividad. Pensar que la política solo tiene lugar en las instituciones es el objetivo de quienes quieren que no te impliques y dejes hacer a los profesionales. No hay peor remedio que este, si se quiere una política que tenga como objetivo mejorar la vida de la mayoría de las personas y no proteger los privilegios de unas pocas.

Delegar la responsabilidad de lo político a quienes ocupan hoy las instituciones no es una opción, por muchas esperanzas que se depositen en estos. Abandonar los movimientos sociales porque gobierne o tenga representación alguien afín, o alguien que prometió ser su voz, mucho menos. Tanto en los 80 como tras el 15M, los movimientos sociales se usaron como caladero y algunos acabaron vacíos, institucionalizados. Y los que no, rebotados con razón ante quien prometía asaltar los cielos y se quedó en el segundo piso. Todo esto genera una profunda frustración a la vez que vacía las calles, para regocijo de la derecha y del establishment. Ganan sin combatir.

Hay quien piensa que este nuevo Gobierno no será todo lo progresista que promete. Es posible, no solo porque alguien se eche atrás y no se atreva, sino porque el verdadero poder, el de los que entre bastidores dirigen la función, va a oponerse por todos los medios posibles. Estos no necesitan presentarse a las elecciones. Tienen capacidad para torpedear cualquier avance social o cualquier intento de tocar sus privilegios. Tienen a la oposición, a la derecha y a la ultraderecha en bloque en primera línea de combate defendiendo su cortijo. Y a la mayor parte de los medios de comunicación, de los que son dueños. Y a la jerarquía de la Iglesia, empeñada siempre en salvarnos a todos de nuestras pecaminosas utopías.

Escribía Antonio Maestre el pasado 5 de enero que la izquierda gobernante debe ser valiente y no arrugarse ante la ofensiva de la derecha, que incluso antes de formase el Gobierno ya apela al Ejército y a usar todos los medios necesarios para impedir cualquier medida progresista. La tibieza del nuevo gobierno para no molestar a la derecha no moderará su agresividad ni su empeño por destruir el mandato popular. Por eso, al Gobierno hay que pedirle que sea valiente y aguante el embate.

Aquellos a quienes desde la izquierda no les dio ninguna confianza este nuevo ciclo comandado por Pedro Sánchez ni se la ha dado nunca el PSOE, por razones obvias conociendo sus antecedentes, deberían pensar ya en qué papel van a jugar. Todo aquel que tema la ofensiva derechista y que pretenda cambiar las políticas neoliberales, incluso aquellas que no se promete cambiar, debe ya ponerse manos a la obra. Ni confiar todo a lo que hagan los políticos ni contemplar cómo arde Roma desde el sofá. Es hora de tomar las riendas de la política de verdad: la de la calle, la del trabajo, la familia, el barrio. La de la vida.

Por otra parte, un buen servidor público debería explicar por qué, quienes y cómo intentan impedir la ejecución de determinadas medidas que toquen algunos de los privilegios de las élites. Quien, con nombres y apellidos, levantó el teléfono para advertirles de que si hacían tal cosa iban a tener problemas. No es una película de la mafia, es que esto funciona así. Lo explicó David Jiménez, exdirector de El Mundo, en su libro ‘El director’, y esto no pasa solo en las redacciones de los grandes medios. Explicar esto debería ser obligatorio. Les va la credibilidad y la honestidad en ello. Y a más de uno, incluso la vida. Quizás un detalle así frenaría el chantaje mafioso de quienes demasiado a menudo tratan de decidir por encima del mandato popular, solo porque su pertenencia al selecto club de la élite le permite hacerlo. Hasta que alguien diga basta. Aunque teniendo a parte de la baronía ya inserta en los consejos de Administración o a sueldo de las grandes empresas no es precisamente una buena garantía. Las puertas giratorias también han acomodado a más de un miembro destacado del PSOE, por lo que su fidelidad está en duda si es hacia su bolsillo o hacia su partido. O si estas fidelidades son compatibles como hasta ahora, algo que debería empezar ya a cambiar.

Esto no sería posible sin una sociedad civil desmovilizada, apática y absolutamente resignada, que se limite a verter críticas desde su casa, que desconfía de todo, que nunca ve la oportunidad y espera cual creyente a que llegue el mesías o a que la clase obrera de repente tome conciencia sola y asalte el Palacio de Invierno. Porque ya hemos visto cómo a quien se llama progresista le cuesta bien poco aceptar el chantaje de las élites cuando hacen esa dichosa llamada. Cuando el progresista se pliega y traiciona, cuando asume la derrota -como hemos visto hacerlo demasiadas veces ya-, perdemos todos. Asumir esos errores y trabajar para que no se repitan debería ser uno de los objetivos de este nuevo ciclo. Y aquí es necesaria una sociedad civil bien organizada, intransigente ante esta aceptación de la derrota de antemano y ante el triunfo de las élites una vez más. Porque esta cobardía es el caldo perfecto para la frustración y el fascismo.

Tampoco lo será negándose de antemano a aprovechar cualquier grieta para intentar insertar por mínima que sea, una pequeña cuña. Se abre una oportunidad para intentarlo. Y no dependerá únicamente de lo que haga el Gobierno, sino de cómo se explique si fracasa y de si la sociedad civil asume esa cultura de la delegación, de esperar a que otros solucionen sus problemas. La sociedad civil debe ya elegir su papel: empujar o contemplar. La pasividad es parte del problema. No es tiempo para equidistantes. Nunca lo fue, pero quizás ahora debemos recordarlo de nuevo cada día, y no esperar a que sean la clase política la protagonista de los acontecimientos. No dejemos la política solo en manos de los políticos. Como decían los zapatistas, que el pueblo mande y el gobierno obedezca.