La guerra cultural de la extrema derecha

La extrema derecha global está viviendo su particular Mayo del 68. Se cumplió el sueño de aquellos ideólogos neofascistas de la Nouvelle Droite francesa que, ante las revueltas en las universidades cincuenta años atrás, tomaron buena nota, estudiaron a la izquierda y empezaron a tejer un plan para arrebatar la hegemonía cultural a largo plazo.

Erria, 2020-07-15

Poco se recuerda que el primer cóctel molotov de aquellas revueltas fue en un enfrentamiento entre fascistas y antifascistas en París por las protestas contra la guerra de Vietnam. La derecha apoyaba la intervención y atacó una exposición de la izquierda que se oponía. Lo que vino después marcaría el resto del siglo pasado, envuelto en una patina romántica de luchas justas por los derechos y las libertades que, una vez conseguidos, o al menos puestos sobre la mesa, parecían ya eternos. 

Esta hegemonía cultural que creímos alguna vez inamovible se encuentra hoy en medio de un fuego cruzado. Aquellos tímidos consensos que parecían no tener marcha atrás, que al menos en el terreno simbólico y retórico ponían siempre por delante los derechos humanos, la igualdad o la solidaridad, hoy están en entredicho, se presentan como caducos, inútiles para dar respuestas, según sus detractores, a los retos de estos nuevos tiempos. Este goteo de triunfos de la extrema derecha en todo el planeta, no sería posible sin comprender la batalla cultural que se lleva librando desde hace décadas desde múltiples frentes. Desde los laboratorios neofascistas, los think tanks neocon o las nuevas aventuras neoliberales capaces de mudar la piel según convenga. Eso sí, todos bien complementados entre sí y bien tratados (o conectados directamente) por las élites, pues solo esta involución ideológica generalizada podrá perpetuar sus privilegios y mantener el sistema que les permite ejercerlos.  Porque la extrema derecha siempre sirvió a las élites. Aunque a menudo se le atribuya vida propia, en el fondo, y basándonos en la experiencia, comprobamos que siempre les fue útil. 

“Aquellos tímidos consensos que parecían no tener marcha atrás, que al menos en el terreno simbólico y retórico ponían siempre por delante los derechos humanos, la igualdad o la solidaridad, hoy están en entredicho.”

La irrupción de un nuevo partido de extrema derecha en el panorama político español parece que pilló a más de uno por sorpresa, que se rasgaba las vestiduras preguntándose de dónde habían salido y porqué triunfaron tan rápido. No porque sus discursos nunca se hubieran oído en el Congreso, en Parlamentos o Ayuntamientos. Ni tampoco porque representen algo nuevo. Sino porque hasta ahora, el PP había sabido contener relativamente bien y durante mucho tiempo a su ala más ultra. Esta, sin embargo, ya había empezado a descolgarse quince años atrás, a través de sus halcones neocons a la vera de Aznar, Esperanza Aguirre, Mayor Oreja y otros personajes que ocuparon diversos cargos con estos dos ex presidentes y protagonizaron diversas cruzadas cuando el mariachi del Trío de las Azores perdió las elecciones en 2004. 

Vox no nace de la nada, ni siquiera es un éxito de los viejos rockeros de la ultraderecha, que llevaban décadas picando piedra en sus trincheras particulares, peleados entre ellos por liderar el nicho que desde Fraga retenía el PP en su seno. Esa ultraderecha sin complejos estaba amordazada, al menos públicamente, por el principal partido conservador español, pero convivía en su seno y depende dónde, a veces la dejaban asomarse, ladrar y también morder si era necesario. Mientras, los viejos caudillos de la ultraderecha más indomable, quienes renunciaron al disfraz y pelearon por hacerse un hueco desde los años 90, vieron como el ala neocon del PP les pasaba la mano por la cara una vez más y les asestaba un nuevo golpe que los condenaría todavía más a ser parte del paisaje folclórico de fascistas y neonazis patrios. España2000, Democracia Nacional, las múltiples falanges y otros proyectos regionalistas como la Plataforma per Catalunya han perdido la batalla por ocupar el espacio de la derecha del PP. Este, finalmente, lo han acabado ocupando los díscolos ultraderechistas del PP. 

“El partido del ex miembro del PP vasco Santiago Abascal es la culminación de un proceso de reconversión del espacio político derechista español que viene cocinándose desde hace años.”

Aunque haya sorprendido el rápido ascenso de Vox a los diferentes parlamentos y ayuntamientos del Estado español, con honrosas excepciones como Euskal Herria, Galiza y Catalunya, el partido del ex miembro del PP vasco Santiago Abascal es la culminación de un proceso de reconversión del espacio político derechista español que viene cocinándose desde hace años. Curiosamente, quienes protagonizaron algunas de las batallas quince años atrás más allá del PP, aunque con lazos evidentes, hoy son los actores principales de esta nueva ofensiva neocon española que conjuga todos y cada uno de los ingredientes que se pusieron sobre la mesa en 2005. 

La ofensiva lanzada entonces contra algunas medidas del gobierno de Zapatero llevaba inserta una nueva batalla que hasta entonces la derecha española no se había atrevido a librar tan descaradamente, pero que ya se había dado en otros escenarios y otros países de diferentes maneras. El pulso entre quienes pretendían hacer del PP una casa común de todas las derechas, poniendo la sordina al ala más ultra, pero dándole teta de vez en cuando, y quienes se revolvían contra los complejos que reinaban en las filas de la derecha, acabó por dar a estos últimos un empujón del que hoy se ven claramente sus frutos. No solo con la irrupción de Vox, sino con el contagio que se ha extendido a todo el espectro político derechista. 

“Esa irreverencia de la que hacen gala, no es contra el poder y los poderosos. Es contra los más débiles.”

Las palancas de las que se sirvió este sector ultra estaban insertas en el mismo entorno, pero hasta entonces se mantenían fieles a la estrategia común. Fue cuando Rajoy tomó el mando que acabaron definitivamente por dinamitar el consenso que les había permitido caminar juntos durante más de 30 años. Las FAES de Aznar, el GEES de Bardají, Hazte Oír con Arsuaga, DENAES con Abascal y otros tantos chiringuitos neocon lideraron la batalla. Primero por rescatar a la derecha de sus complejos. Pero también por tratar de arrebatar esa hegemonía cultural, batallando en el terreno de los consensos que desde la izquierda inocente se creían irrebatibles, pensando que las conquistas no necesitaban ser defendidas porque formaban ya parte de lo obvio, del sentido común. Nada más alejado de la realidad. La batalla de la derecha es ahora precisamente esta: romper el consenso, la hegemonía cultural progresista (lo que ellos denominan ‘marxismo cultural’) y tomar el relato del sentido común.

Los políticamente incorrectos

Hazteoir es una de las principales asociaciones de extrema derecha ultracatólica que ha dado la batalla cultural en el Estado español. Foto: Hazteoir. CC BY- SA 2.0

Esta es la clave para entender el uso de determinada terminología de esta nueva derecha. Se autodenominan ‘políticamente incorrectos’ cuando vomitan contra las personas migrantes, contra el feminismo o contra determinados colectivos. Porque la corrección política es ese marco que usamos cuando defendemos la dignidad de todas las personas y sus derechos. Esa irreverencia de la que hacen gala, sin embargo, no es contra el poder y los poderosos. Es contra los más débiles. Y a nosotros, por defender al oprimido y sacar las vergüenzas al poder, nos llaman ‘buenistas’. Solo así, entretenidos en la defensa de los principios que guían a la izquierda, la derecha podrá implementar todavía más su agenda neoliberal y asestar el golpe que quisieran definitivo.

Esta batalla retórica les está yendo bastante bien. Sobretodo cuando no son pocos los personajes que se consideran progresistas que han comprado precisamente este marco ultraderechista. Artistas que se quejan de la ‘corrección política’ porque ahora deben cuidar que sus letras no tengan tintes machistas. Humoristas que lloran en la red porque alguien les criticó su chiste racista. O rojos y bien rojos que piensan que la mejor manera de combatir el fascismo es copiar sus discursos antes de que sean ellos quienes convenzan todavía más a la clase trabajadora. 

“La trampa de la diversidad que llaman algunos no es más que la que provoca enfrentar la misma diversidad con la lucha de clases.”

Así es como hemos visto proliferar ciertos elementos de izquierdas que piden poner ‘el problema de la inmigración’ sobre la mesa. Lo vimos con la adoración a personajes como Diego Fusaro por parte de cierta izquierda, o con Aufstehen, la escisión en el seno del partido alemán de izquierdas Die Linke que pedía un cambio en el discurso sobre migración. O en cierta izquierda española que acusa al independentismo de servir a la burguesía. O en quienes confunden laicismo con islamofobia. La trampa de la diversidad que llaman algunos no es más que la que provoca enfrentar la misma diversidad con la lucha de clases, y casualmente, son estas personas quienes suelen plantear esta dicotomía. Se abandonan o se menosprecian luchas que unen a más personas de las que ya están concienciadas, y se renuncia a construir hegemonía tratando de arrimar estas causas a la lucha de clases, regalándolas así al neoliberalismo o directamente, a la extrema derecha. 

Así, la derecha y la extrema derecha no necesitan luchar a campo abierto. Ganan mientras disfrutan observando el espectáculo. Esto muestra que la batalla por la hegemonía cultural que llevan años librando, hoy les está dando muy buenos resultados. No solo porque parte de la izquierda ya ha asumido algunos de sus marcos, sino porque su discurso de odio ya ha sido aceptado como “una opinión más que hay que respetar”. Aunque nos indigne y nos repugne. Pues esa es su estrategia de comunicación: la provocación. Así, consiguen no solo titulares por tamañas barbaridades, sino la reproducción y amplificación de estas por parte de sus contrarios. ‘Mirad qué ha dicho X’ se ha convertido en algo habitual en las redes. Y muchos entran al trapo tratando de rebatirlos, ridiculizarlos o insultarlos. Así, consiguen que su mensaje se multiplique, y gracias demasiadas veces a quienes creen que así se les combate. Simplemente debatir sus temas, aceptar su terreno de juego y sus marcos ya es una victoria para ellos. 

“La confusión y la apropiación de cierta retórica y estética de la izquierda les ha dado muy buenos resultados, y forma parte también de esa batalla cultural dirigida sobretodo a la juventud hastiada con el sistema.”

Estas trampas no son nuevas. La ultraderecha que teníamos y que todavía sobrevive más allá de Vox lleva tiempo jugando a manosear el lenguaje, a apropiarse de los símbolos y reivindicaciones de la izquierda. Ya lo hizo en Italia en un contexto sembrado por el berlusconianismo aliado de los fascistas, que vio nacer a Casa Pound a principios de siglo XXI, un proyecto copiado a la izquierda radical que hoy representa uno de los movimientos sociales de la ultraderecha más prolíficos y más importantes de la historia. Los neofascistas y neonazis italianos copiaron el modelo de las okupaciones, haciéndose con un edificio enorme en pleno centro de Roma, donde construirían un espacio de encuentro, formación, de ocio y de combate que hoy tiene sedes por todo el país y que cuenta con numerosas réplicas en todo el planeta. Es el espejo en el que se refleja Hogar Social Madrid, pero también las decenas de formaciones neofascistas que han pasado de quemar a personas sin hogar a ofrecerles alojamiento y comida, siempre que sean blancos y con DNI español. En sus manifestaciones suelen sacar una pancarta cuyo lema es ‘culpables de ayudar a nuestra gente’. La estrategia es brillante. Personas en situación precaria como rehenes. Ellos, unos buenos samaritanos. Y quienes les atacan, unos ‘endófobos’ que impiden la ayuda a los españoles porque prefieren dársela a los migrantes. 

Aunque los neonazis de HSM sean anecdóticos, Casa Pound en Italia dejó de serlo hace tiempo y forma ya parte de la historia de la mayor ofensiva neofascista de las últimas décadas. Pocos años después nacerían Generación Identitaria en Francia y la Liga de Defensa Inglesa en el Reino Unido, dos proyectos que supieron combinar un activismo constante con una nueva retórica capaz de competir con la izquierda radical copiando la imagen contracultural, rebelde y antisistema. Viendo los vídeos propagandísticos de estos colectivos obviando ciertos contenidos no sabríamos donde encajarlos. La confusión y la apropiación de cierta retórica y estética de la izquierda les ha dado muy buenos resultados, y forma parte también de esa batalla cultural dirigida sobretodo a la juventud hastiada con el sistema. 

La extrema derecha que gobierna

English Defence League es un proyecto de extrema derecha que supo combinar un activismo constante con una nueva retórica capaz de competir con la izquierda radical copiando la imagen contracultural, rebelde y antisistema. Foto: Gavin Lynn. CC BY 2.0.

Debemos entender que estos movimientos forman parte de un cambio global en la configuración política del activismo que ayuda mucho a sustentar quienes de verdad sacan rédito. Un revelador documental de Al Jazeera titulado Generation Hate desvelaba los nexos de Generación Identitaria con el Frente Nacional de Marine Le Pen. Casa Pound, por su parte, apoyó en gran medida a Salvini, y la EDL inglesa y sus consecutivas mutaciones ayudaron a extender la xenofobia e islamofobia que supo aprovechar el UKIP y el mismo Boris Johnson en su retórica ultranacionalista. 

Por su parte, la extrema derecha que gobierna, condiciona gobiernos o ocupa ya varios asientos en varios parlamentos europeos ha sido capaz de extender lo que se conoce como lepenización de los espíritus, que no es otra cosa que la normalización de sus discursos hasta el punto de ser asumidos no solo por las otras derechas, sino a veces incluso por socialdemócratas e izquierdistas. Pasa hace tiempo en Francia con el racismo y la islamofobia, donde tras varias campañas muy bien diseñadas del Frente Nacional, dirigidas a diferentes colectivos, consiguieron captar el voto de cerca de un 40% de las personas LGTBI y de más de un 20% de las minorías, descendientes de migrantes ya nacionalizados. Han sabido poner el foco en los musulmanes y los nuevos refugiados, señalándolos como la principal amenaza para los derechos LGTBI y de las mujeres, por una parte, o para el status que ya habrían conseguido las nuevas generaciones de migrantes. 

“Han sabido poner el foco en los musulmanes y los nuevos refugiados, señalándolos como la principal amenaza para los derechos LGTBI y de las mujeres, por una parte, o para el status que ya habrían conseguido las nuevas generaciones de migrantes.”

Vox ha sabido conjugar muy bien el victimismo del privilegiado que habitualmente usa la derecha con una nueva forma de transmitir en la política. Sus videos propagandísticos que provocan más de una risa entre sus contrarios son en realidad productos muy bien confeccionados del marketing político. A menudo, incluso, no les hace ni falta firmarlos. Existe toda una red de activistas digitales que agitan las aguas en las redes sociales y libran una intensa batalla cultural donde han sido capaces ya de resignificar términos como ‘Facha’, algo que ha dejado ya de ser un insulto desde el momento en que ellos mismos se autodenominan Team Facha y se enorgullecen de serlo si esto significa, como decía Abascal en un mitin, amar a tu país. 

“El reto que se nos presenta es aprender a detectar estas trampas y a combatirlas.”

La ofensiva es tan brutal y tiene tantos frentes, que la izquierda demasiadas veces es incapaz de detectarla. Es más, pica demasiado a menudo en sus anzuelos o acaba comprando determinados marcos impuestos a través de falsos debates que han estado bien pensados precisamente para esto. Se queda en la caricaturización de la extrema derecha escudada en su propia arrogancia, que le impide entender y anticiparse a su enemigo. Hay muchos miles de euros invertidos en la conquista del poder, pero muchos otros más en la infección de la opinión pública para secuestrar ese sentido común que nos llevaba a defender a los débiles y combatir a los poderosos. El reto que se nos presenta es aprender a detectar estas trampas y a combatirlas. Y en la defensa de un sentido común y de una hegemonía cultural que reivindique los derechos humanos frente a quienes pretenden anularlos, sin duda, está una de las batallas más importantes que nos va a tocar librar en los nuevos tiempos que vienen. 

Bazterrak (Irola Irratia): programa sobre extrema derecha con Hibai Arbide, Sara Montesinos y Miquel Ramos

Bazterrak 13: Siamo partigiane

Nunca hablamos de la extrema derecha, salvo para combatirla. Así es nuestra nueva edición de Bazterrak. Antifascista.

Nos han acompañado grandes compañeras antifascistas en esta edición de lujo. Ha faltado La Mari en la pecera, se le ha echado de menos.

Han pasado por nuestros micrófonos:

Luis, de la plataforma vasca contra la impunidad de los crímenes del franquismo (de apoyo a la querella Argentina), nos habla de memoria, de la plataforma, y del giro de 360º tan maravilloso que se dieron algunos en 1977.

Los que no conozcáis a Miquel Ramos descubriréis que comunica bien, y además sabe de lo que habla. Comparte su conocimiento sobre el fascismo en el estado español, su organización, y las formas en las que se les está haciendo frente.

Sara Montesinos. Somos fans!! Es periodista Catalana, y tiene criterio. La lucha contra el fascismo debe ser unos de los pilares de la labor de una periodista, nos explica. Y ahonda un poco en esta idea, dando las claves necesarias: crítica, equidistancia, normalización

Terminamos con Hibai Arbide. Es el culpable de todo esto, en realidad, por el artículo que escribió, en el que redimensiona los objetivos de estos nuevos partidos fascistas. Nos gustó tanto que hemos hecho esta edición. Nos atiende por Skype, que las llamadas internacionales son carillas.

Hibai está trabajando en Grecia varios años, dándonos información sobre la crisis de acogida (que no de refugiados), las tensiones generadas, y el comportamiento inhumano de cierta gente. Además de hablarnos de esto, nos habla de cómo se les hace frente, y de la situación en Grecia, ahora que se está vulnerando el derecho a manifestación.

Hemos intentado elegir una música a la altura del contenido. Saludamos con Bella Ciao, un clásico antifascista que llena el corazón. A Luis lo despedimos con Tremenda Jauría y su canción Flow Partisano, más moderno y marchoso!

40 años tiene London Calling, y Spanish Bombs no pasa de moda. The Clash siempre es un acierto. Quizá haya sido un poco tópico despedir a una antifascista catalana con L’estaca de Lluis Llach, pero no hemos podido evitarlo!!

Para terminar, Habeas Corpus. Tienen canciones potentes, y muchas antifascistas. Esta vez, una bien directa: fascismo nunca más.

Que lo disfrutéis tanto como nosotras!!

El antifascismo que nació para combatir a la nueva ultraderecha

A finales de los años 80, grupos neonazis muy violentos campaban a sus anchas por barrios y pueblos de todo el Estado. Las nuevas generaciones de activistas de izquierdas se organizaron para hacerles frente. Esta es la historia de varios de estos colectivos, algunos todavía activos treinta años después.

Miquel Ramos – 8 de Juliol 2020.- La Marea

El historiador Carles Viñas publicaba en este mismo especial de La Marea un análisis del antifascismo con perspectiva histórica, tratando de explicar su diversidad y su vigencia a lo largo del tiempo. En su texto, Viñas afirmaba que el antifascismo “continúa erigiéndose como un movimiento poliédrico y mayoritariamente reactivo que no se circunscribe ni limita a unas características homogéneas”. La extrema derecha, por su parte, también ha sido muy diversa a lo largo de este último siglo, sabiéndose adaptar a los contextos y sobrevivir a lo que se presumió como su derrota tras el final de la II Guerra Mundial 

En España, la sombra del franquismo que todavía hoy perdura, mantuvo durante unos años a la extrema derecha muy vinculada a su nostalgia. Mientras, en el resto de Europa, nuevos grupos ultraderechistas llevaban ya años jugando en otra liga. 

Hemos querido hablar con algunos de los colectivos antifascistas que existen o han existido en el Estado español y repasar la trayectoria de este movimiento a lo largo de estos últimos treinta años, cuando las nuevas extremas derechas empezaron a aterrizar en España. Conscientes de la gran variedad y número de organizaciones y plataformas antifascistas que han estado activas durante todos estos años, hemos seleccionado tan solo una pequeña muestra. Por una cuestión de espacio y tiempo, y para terminar nuestro especial #LMAntifascista que, a lo largo de este mes de junio y parte de julio, ha tratado de dar voz a diferentes expertos sobre todos aquellos temas que atraviesan un movimiento tan plural y transversal como es el antifascismo.

Hoy, sin embargo, cerramos esta sección con aquellos y aquellas que, desde el principio, y a pesar de todo, mantuvieron viva la reivindicación antifascista en las calles de todo el Estado. 

Antifascismo como autodefensa 

El eco de toda la contracultura neofascista no llegaría al Estado español hasta finales de los ’80, cuando surgieron los primeros grupos neonazis callejeros, alejados ya de la seriedad que pretendían infundir organizaciones como CEDADE y del olor a rancio que empezaban a desprender ya los nostálgicos del franquismo. Organizaciones neonazis como Bases Autónomas en Madrid, Acción Radical en València o Vanguardia Nacional Revolucionaria en Barcelona empezaron a copiar a sus homólogos europeos tanto en estética como en estrategia, usurpando la cultura skinhead (originariamente antirracista), ocupando las gradas de los campos de futbol y saliendo de caza

Las nuevas generaciones de izquierdistas, que, como estos nuevos nazis, no habían vivido la dictadura ni la sangrienta Transición en la que los postfranquistas se desenvolvían con absoluta impunidad, decidieron organizarse también para combatir a estas bandas violentas en la calle. Así surgirían diversas coordinadoras y organizaciones que rescataron por primera vez, desde hacía años, la palabra ‘antifascista’ para asumirla como movimiento social con carácter autodefensivo. 

A lo largo de todo el Estado se multiplicarían los colectivos autónomos, heterogéneos y muy activos, que se dedicarían tanto a monitorizar las actividades y a los militantes nazis y fascistas de su zona, así como a neutralizar su propaganda y parar sus agresiones. Así es como tanto los medios de comunicación como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado empezaron a fabricar el relato de ‘los dos extremos’, e incluso a enmarcarlos en las tribus urbanas, tratando de difuminar las reivindicaciones políticas evidentes y retratar la lucha contra la violencia de la extrema derecha como peleas de bandas o episodios de violencia juvenil. 

La Coordinadora Antifascista de Madrid (CAM) es la plataforma más antigua y duradera de todo el Estado, con 31 años de existencia. Una de sus militantes explica a La Marea cuándo nació, a raíz de múltiples ataques neonazis alrededor de la simbólica fecha del 20 de Noviembre (aniversario de la muerte de Franco), en 1988: “En Argüelles y Malasaña marcaron a la gente cruces gamadas y las iniciales GAL con navajas. Asaltaron un garito gay en Chueca, y asaltaron los puestos de las organizaciones de izquierdas del rastro”. Estos hechos y las reiteradas agresiones de la extrema derecha que venían sucediéndose y que quedaban casi siempre impunes, motivaron la creación de la Coordinadora. 

Manifestación por el asesinato de Carlos Palomino/COORDINADORA ANTIFASCISTA DE MADRID

Desde entonces, la CAM ha sido un referente para muchas otras coordinadoras, tanto por su por su trabajo incesante como por su permanencia en el tiempo. Uno de los momentos de inflexión y de mayor actividad de la CAM fue lo que siguió al asesinato del joven antifascista vallecano Carlos Palomino por un militar neonazi en el metro de Madrid, el año 2007. El caso se internacionalizó y fue uno de los impulsos para la reactivación de muchas otras plataformas en el resto del Estado, donde además la extrema derecha vivía unos años de gran actividad y de una notable presencia en las calles.

Desde sus orígenes, la CAM ha realizado numerosas campañas, jornadas de formación, conciertos y debates que han sabido reunir a personas de muy distintos ambitos de la izquierda radical bajo la misma bandera. Y ha servido también, como muchas otras plataformas, como catalizador de nuevos proyectos que traspasaban los márgenes de la izquierda más revolucionaria, como Barrios Sin Odio o Madrid Para Todas, donde también participan junto a muchos otros colectivos. 

Trabajando por y para el barrio  

El antifascismo es un movimiento donde confluyen activistas de diversos ámbitos y de otras luchas, que se activa sobretodo ante la presencia y la actividad de la extrema derecha. Muchas plataformas y coordinadoras suelen estar en constante reconversión, adaptándose a los contextos de cada momento y participando en otras luchas que consideran importantes. 

Madrid, como otras ciudades grandes, tiene además otras plataformas y colectivos que operan por barrios, como la Asamblea Antifascista de Carabanchel, que se activa en 2015 ante la presencia del grupo neonazi Hogar Social Madrid en el barrio. Se convocaron reuniones de muchos colectivos diferentes del barrio para explorar vías para combatir el discurso de odio y las campañas xenófobas de los neonazis, y desde entonces han organizado numerosas actividades de concienciación, como festivales de rap contra el racismo o jornadas interculturales para visibilizar y reivindicar la diversidad del popular barrio madrileño. En la actualidad, uno de sus activistas quiere destacar a La Marea la participación de esta coordinadora en otras luchas actuales, como las relacionadas con la defensa de la vivienda o contra las casas de apuestas.

En este sentido, destaca también el centro social L’Obrera de Sabadell, un espacio okupado y autogestionado desde 2015 que realiza multitud de actividades y que tiene como una de sus marcas de identidad el antifascismo. Actualmente, es uno de los principales centros de dinamización política, social y cultural de la ciudad, donde acuden personas de muy diversos perfiles. L’Obrera ofrece clases de idiomas, de baile y hasta un espacio para niños. En su interior, un enorme recinto alberga un ring de artes marciales, y justo detrás, en los muros, luce un enorme logotipo antifascista y un grafiti con la imagen de Muhammad Ali. Además, el gimnasio lleva el nombre de Rukeli, un boxeador alemán gitano que fue represaliado por los nazis durante la II Guerra Mundial. Los deportes de contacto y el resto de actividades se ofrecen a un precio simbólico, cuya recaudación se dedica íntegramente a los gastos de acondicionamiento del espacio. 

También existen en Vallecas (Madrid) dos proyectos similares que mezclan el deporte con el antifascismoLa Fabrika de Vallekas es una escuela de boxeo que empezó en un centro social okupado de Villaba. Hoy es ya un gimnasio con numerosas actividades, pero siempre con la marca del antifascismo. Como la Escuela Deportiva La Atalaya, también en Vallecas, que organiza talleres de autodefensa feminista o el torneo Antifa Warriors, en marcha desde 2016 y en el que participan numerosos colectivos similares y amantes de este deporte de todo el Estado español. 

En Granada, la extrema derecha tenía también algunas citas clave que reunían a militantes cada año, como la Toma de Granada cada 2 de enero. Allí es donde se visibiliza cada año la presencia de ultraderechistas y la respuesta antifascista, todo bajo un estrecho cerco de las FCSE. Más recientemente, los activistas granadinos destacan la importancia que tuvo el 15M y las luchas que se desarrollaron paralelamente, en la que estuvieron implicados sin dejar de lado la reivindicación antifascista, algo que sucedería también en otras partes del Estado. Muchos de los militantes antifascistas de Granada han sido muy activos también en Stop represión y Stop Desahucios, donde consideran que también se hace labor antifascista.

Esta importancia de la diversificación de las luchas y de reivindicar el carácter antifascista de estos colectivos también lo reivindican militantes antifascistas de otras ciudades con los que hemos hablado. 

“El derecho a la vivienda y la lucha contra la especulación es imprescindible para afianzar las relaciones de confianza entre vecinos. Los antifascistas hemos estado parando desahucios sin necesidad de llevar la bandera antifa, simplemente por coherencia. Entonces te das cuenta de la vacuna que supone esta lucha contra el racismo y contra las mentiras de la extrema derecha, que siempre está del lado de los poderosos. Cuando ves a tantos vecinos colaborando entre ellos sin importarle su origen, su religión ni su color de piel, te das cuenta de la importancia de estar siempre en todos los frentes”, comenta una activista antifascista valenciana. 

La represión contra el antifascismo y la legislación de delitos de odio que protege a neonazis 

En Catalunya existen numerosos colectivos y plataformas antifascistas, casi una por cada ciudad o comarca. En Barcelona, ya desde finales de los años 80 existen numerosos ejemplos de luchas antifascistas contra las bandas neonazis o los locales de la extrema derecha, que han tenido siempre una importante presencia. Barcelona es muy a menudo la ciudad elegida por grupos de extrema derecha para reivindicar la españolidad de Catalunya, y eventos como el 12 de Octubre son ya una tradicional exhibición de estos grupos. Sin embargo, siempre ha existido una respuesta masiva a cada convocatoria antifascista. El 12 de Octubre de 1999 supuso un punto de inflexión, cuando la Policía cargó duramente contra la marcha antifascista y detuvo a más de una veintena de activistas, para los que posteriormente se pidieron varios años de prisión. 

También en esta misma efeméride, catorce años más tarde, un enfrentamiento entre neonazis y antifascistas terminaría con el encarcelamiento de algunos de los segundos, y con una operación policial contra el movimiento, que terminaría con un polémico juicio en el que se acusó a los antifascistas de delito de odio contra los neonazis y se les pedía hasta 17 años de prisión. El documental 12 d’Octubre: cultura de l’odi i legítima defensa (Metromunster, 2017) entrevistaría a varios de los activistas encausados, a expertos en derecho y movimientos sociales, y plantearía la controversia de esta legislación, que había empezado ya a utilizarse contra los movimientos sociales antifascistas y para proteger a la extrema derecha. 

La Plataforma Antifascista de Zaragoza (PAZ), por su parte, empezó su andadura en 1993. “Se repasaba el mapa de agresiones y se denunciaban públicamente, con ayuda de gente de todos los barrios”, explica un militante del colectivo. La plataforma contó siempre con la complicidad de prácticamente la totalidad del tejido asociativo de la ciudad, hasta el punto de organizar sus reuniones en el local de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza (FABZ). Zaragoza fue también durante años una ciudad donde la extrema derecha tuvo cierta presencia, incluso como sitio elegido para organizar varios conciertos neonazis clandestinos. “Era una época en la que la policía no los controlaba. Más bien andaban de la mano, llegando a darse más de una batalla campal de nazis y policía de un lado, contra antifascistas por el otro”, explica este militante.

Tras conseguir que los neonazis abandonaran progresivamente las actividades públicas y limitaran su exhibición en las calles, hacia el año 2001, la PAZ se reconvirtió en la Coordinadora Antifascista de Zaragoza (CAZ), que tomó el relevo de la anterior plataforma. Tras disolverse esta, volvió a ponerse en marcha la PAZ, sobre todo a raíz del aterrizaje de los neonazis de Hogar Social. Una de las protestas contra este grupo neonazi terminaría con la detención de diez activistas antifascistas. 

Algunas personas que militaban en movimientos antifascistas en Málaga hace cerca de 15 años explican a La Marea la dureza de aquellos tiempos, cuando la presencia de grupos neonazis era habitual “e incluso peligrosa”. En Andalucía, Málaga fue la ciudad donde más se notaba en las calles la actividad y la presencia ultraderechista. La Coordinadora Antifascista de Málaga, que aglutinaba desde 2005 a varias asociaciones, sindicatos e incluso partidos, tenía como objetivo crear conciencia y generar tejido social para hacerles frente. También denunciaron numerosas agresiones de la extrema derecha. En 2009, 16 activistas fueron detenidos y acusados de asociación ilícita, para los que pidieron hasta 154 años de prisión. Finalmente resultarían absueltos. 

En el caso de València, las primeras asambleas antifascistas nacieron y se articularon desde los centros sociales a principios de los ’90, ante la constante violencia de grupos neonazis como Acción Radical o los grupos de la ultraderecha regionalista, muy violenta, muy activa e impune desde la transición. Tras el asesinato del joven antifascista Guillem Agulló en 1993 y de Davide, dos de los destacados miembros de la asamblea antifascista, los activistas combinaron la autodefensa contra los grupúsculos nazis y fascistas que seguían activos y muy violentos, con la denuncia pública de la impunidad y de la criminalización de la que fueron objeto por parte de la policía y de algunos medios de comunicación

Más tarde, las plataformas surgidas adoptaron diferentes nombres y se activaron a remolque de las actividades de los grupos de extrema derecha que existían en la ciudad, muy activos y muy bien relacionados tanto con el gobierno del PP como con las FCSE. A finales de los ’90 y durante los primeros años de este siglo, la dura represión contra el movimiento okupa salpicó también al antifascismo, que tuvo que dedicarse, además de a defenderse de los neonazis, a realizar campañas para afrontar los numerosos juicios contra decenas de activistas, algo que también se ha vivido en muchas otras ciudades donde ambas luchas han estado muy relacionadas.

Más tarde, de nuevo, el antifascismo volvería a tomar forma de manera mucho más organizada y a lo largo de todo el País Valenciano, articulando la acción de varios colectivos que conformaron la Coordinador Antifeixista Intercomarcal (CAI), la web Antifeixistes.org o en plataformas locales como València Entre Totes, Alacant Antifa o más recientemente Acció Antifeixista València

El 9 de octubre de 2018, tras las violentas agresiones de grupos de extrema derecha a la tradicional manifestación de la izquierda valencianista del año anterior, todos los colectivos antifascistas del territorio valenciano se coordinaron y se organizaron para acudir ese año a la manifestación, logrando reunir a más de 15.000 personas en València, una de las convocatorias antifascistas más numerosas de estos últimos 30 años.  

Manifestación en València el 9 de octubre de 2018/ACAMPADA VALÈNCIA

Destaca también la labor de colectivos como La Cosa Nostra (LCN) de Castelló de la Plana, una de las formaciones más activas y más contundentes del Estado. A lo largo de sus 12 años de existencia, y tras otras plataformas similares que estuvieron antes activas en la ciudad, LCN ha conseguido borrar prácticamente cualquier propaganda ultraderechista de la ciudad, así como mantener a los grupúsculos neonazis que sobreviven, con un perfil muy bajo, temerosos siempre de tener una respuesta antifascista en cualquiera de sus actos. LCN participa, como tantos otros colectivos antifascistas, de numerosos proyectos sociales de la ciudad, a pesar de ser constantemente controlados y boicoteados tanto por las autoridades como por las FCSE. Esta pasada semana, por ejemplo, cocinaron una gran paella para dar la bienvenida a los tripulantes del Sea Watch, del Open Arms y del Alan Kurdi, tres barcos de rescate que patrullan el mediterráneo y que atracaron en el puerto de Borriana. 

Diferentes escenarios y nuevas estrategias

El Euskadi, sin embargo, a pesar de la casi nula presencia de activismo ultraderechista en las calles, “desde los años 80 hasta hoy, la forma en la que los grupos nazi-fascistas se han organizado y se han dejado notar ha sido muy variado, en busca de hacerse un hueco”, explica Amaia Nikolas, portavoz de Sare Antifaxista. “Todo muy supeditado al contexto político que tenemos aquí, el conflicto vasco:  se mezclan grupos ultras, con parapoliciales, terrorismo estado, con organizaciones de raíz franquista y las actuales más nacionalsocialistas”. Sare Antifaxista colabora desde su fundación, hace 15 años, con muchos otros colectivos sociales, trabajando tanto la denuncia política y social como la memoria histórica. 

En Catalunya, el colectivo Som Antifeixistes nacería en 2018 fruto de la reflexión de varios colectivos autónomos antifascistas a raíz de un incremento de las agresiones de extrema derecha, así como la ofensiva de grupos españolistas de extrema derecha muy activos y prácticamente impunes tras el referéndum de 2017. Esta red antifascista, entre otras cosas, se dedica a investigar y desvelar la identidad de los principales líderes y activistas neonazis en redes sociales, a través de la que se conoce como Nazipedia.

Esta es una práctica habitual en otros países como EEUU o Alemania, donde los antifascistas realizan un intenso monitoreo de los neonazis más peligrosos y los exponen públicamente. Y es que los colectivos antifascistas suelen ser los que más información tienen y más conocen a la extrema derecha y a sus militantes, no solo en el Estado español. Y mucho más que cualquier académico, que cualquier Brigada de Información de la Policía o que cualquier periodista.  

Las coordinadoras y plataformas antifascistas también se nutren de activistas de muchos otros ámbitos, a veces más plurales y otras veces más marcadamente revolucionarias. Uno de los proyectos más transversales y duraderos hasta hoy ha sido la experiencia de Unitat Contra el Racisme i el Feixisme (UCRF) en Catalunya, que reúne a todo tipo de colectivos, partidos y sindicatos comprometidos en la lucha contra la extrema derecha. Formada en 2010, sobretodo ante el auge del partido ultraderechista de Plataforma per Catalunya (PxC) que consiguió 67 concejales sólo en Catalunya en 2011. 

El modelo de lucha unitaria UCRF viene de Inglaterra, de experiencias muy anteriores como la Anti Nazi League o Unite Against Fascism o Stand Up To Racism. Actualmente, existen proyectos similares en varios países del mundo, coordinados a través de A World Witouth Racism o United For Intercultural Action de las que participan varios colectivos antifascistas del Estado. Hoy existen plataformas similares en varios países, y también en el Estado español. UCRF ha realizado numerosas campañas de concienciación en varias localidades catalanas contra locales de la extrema derecha y durante las elecciones, alertando sobre los partidos ultraderechistas que presentaban candidaturas. Un dato que David Karvala, activista de esta organización, quiere destacar, es que el movimiento está formado mayoritariamente por mujeres, muchas de ellas de origen migrante

El modelo de UCRF se extenderá bajo diversos nombres y de distintas formas a varias localidades del Estado, como Andalucía o Madrid. También en el País Valencià, desde AlcoiElda-Petrer o Carcaixent, hasta València ciudad hace justo un año, con Crida Contra el Racisme. Vecinos y vecinas que se organizan para borrar pintadas nazis, para realizar campañas contra el racismo, la homofobia o las agresiones machistas, o que realizan actividades culturales con el cada vez más habitual sello del antifascismo.

Estas nuevas plataformas unitarias conviven y actúan casi siempre coordinadas con otros colectivos antifascistas, que, aunque cambien de nombre, estén un tiempo inactivos para volver después, o afronten numerosos debates internos, siempre están. Mientras siga habiendo fascismo, no solo existirán e insistirán, sino que serán imprescindibles.  

*Nos hubiera encantado poder explicar muchas más historias, haber hablado con muchas más personas y organizaciones y haber citado a todas y cada una de las plataformas y organizaciones que han existido y existen en el Estado. Sirva esta pieza final de nuestro especial #LMAntifascistapara reconocer la labor de todas ellas. Esperamos poder contar algún día la historia completa.

La Unipau clou el curs d’estiu advertint de la pèrdua de drets i l’ascens de l’extrema dreta que pot portar la COVID-19

Jordi Pascual – 9 de Juliol 2020

La repressió, el classisme, el racisme i els discursos d’extrema dreta tenen en la pandèmia un brou ideal per créixer i, per tant, caldrà una resposta col·lectiva per fer-hi front. Aquest ha estat el tema central de la tercera i darrera jornada del curs d’estiu de la Universitat Internacional de la Pau (Unipau), celebrada aquest dimecres per la tarda de forma telemàtica. En la sessió hi han participat Miriam García, d’Ecologistes en Acció; Anaïs Franquesa, advocada del Centre Irídia, i Miquel Ramos, periodista i activista.

García ha assegurat que la COVID-19 ha evidenciat el conflicte entre capital i la vida, demostrant la vulnerabilitat de la majoria social davant del sistema econòmic: “La pandèmia cau en un món de geografies profundament desiguals i, encara que la pandèmia no entén de classes, els determinants de salut sí i s’han registrat més contagis en barris pobres, on la crisi derivada també és més salvatge”. També ha recordat que als països del sud global la malaltia arriba a uns sistemes sanitaris desmantellats per les polítiques neoliberals.

En clau de gènere, la pandèmia ha servit perquè les dones assumeixin més costos físics i emocionals i mantenint-se en la invisibilitat les tasques reproductives no remunerades. Des del seu punt de vista, el capitalisme ha intentat interexplorar l’espai domèstic amb el teletreball i noves desigualtats de classe i gènere. També ha transferit fons públics a grans empreses, ha permès que les grans corporacions incrementin beneficis –i tinguin accés a denunciar estats en tribunals d’arbitratge recollits en tractats d’inversions–, ha alimentat l’especulació immobiliària i el monocultiu turístic a Espanya, ha seguit perjudicant el medi ambient i ha prioritzat el capital sobre la vida.

Davant aquesta realitat, García ha defensat que cal defensar el sector públic i la distribució de la riquesa –capital, terra, poder, cures…– i teixir xarxes comunitàries i autònomes que, al marge de la institució, també tinguin un impacte social positiu. Tot això passa, al seu parer, per l’articulació de moviments socials enxarxats i que apostin per la desobediència civil.

Franquesa adverteix, però, que davant d’aquest intent de transformació és esperable un increment de la repressió. Només durant l’estat d’alarma es van posar més d’un milió de sancions i es van produir més de 8.500 detencions arreu de l’Estat acollint-se a l’epígraf de desobediència a l’autoritat de la llei de seguretat ciutadana. L’actitud punitiva ha estat advertida per Aministia Internacional i pel Defensor del Poble a nivell estatal.

També ho va denunciar l’advocacia de l’estat quan va advertir que el govern havia optat per sancionar les persones quan sortien de casa sense que hi hagués desobediència, que ha d’implicar oposar-se a una ordre legítima, directa i clara per part de l’autoritat. “No té sentit perquè la gent va estar a casa per responsabilitat i per por a contagiar-se o contagiar els altres”, ha apuntat l’advocada, que també adverteix que s’ha optat per una dinàmica prohibitiva de mobilitzacions que no queda recollida a l’estat d’alarma. Malgrat això defensa que l’única sortida serà la de defensar els drets al carrer i demanar canvis estructurals de fons.

Finalment Ramos ha explicat que en aquest context s’ha de treballar per aturar l’avanç de l’extrema dreta, que ha aconseguit marcar l’agenda mediàtica i política: “Si ens fixem, l’extrema dreta no ha proposat res que millori la vida les persones durant la crisi ja que és una extrema dreta profundament neoliberal que no parla del model econòmic per imposar altres marcs i no mirar les polítiques”.

Les mentides es difonen amb facilitat a través de les xarxes socials però, recorda, a Espanya es remunten a l’any 2008, quan la dreta va iniciar un operatiu per difondre mentides, oposar-se a les polítiques socials i crear una teoria de la conspiració al voltant de l’atemptat de l’11M. Per a ell, aquest context va posar les bases de l’extrema dreta actual, llavors diluïda entre una dreta amb sensibilitats múltiples.

Però quan es proposen mesures per evitar la difusió de falsedats, ràpidament la mateixa extrema dreta que pretén beneficiar les elits critica el control social de les minories com a estratègia política. Ramos considera que una bona mostra d’antifeixisme ha estat el naixement de xarxes de suport veïnal a moltes ciutats, on persones en molts casos vingudes de moviments socials diversos s’han unit per evitar deixar ningú enrere.

El curs d’estiu de la Unipau va començar el dilluns de forma telemàtica i girant al voltant de l’origen i les conseqüències de la pandèmia. Ha tingut tres sessions: una primera sobre medi ambientla segona sobre economia i aquesta darrera amb una mirada social. Pots recuperar les sessions al canal de YouTube de la Unipau.

La Fiscalía de Delitos de Odio de València abre diligencias por la detención del joven refugiado en el metro

Miquel Ramos – 8 de juliol 2020 – La Marea

Susana Gisbert, fiscal delegada de delitos de odio en València, analizó el incidente estos días y decidió incoar diligencias de investigación de oficio. El objetivo es aclarar los hechos y acreditar la identidad de las personas que intervinieron en el incidente.

Las imágenes de la detención de un joven negro por llevar la mascarilla mal puesta en el metro de València el pasado sábado, y que se hicieron virales a lo largo de esta semana, han acabado en manos de la Fiscalía de Delitos de Odio de València. Hoy ha anunciado que abrirá diligencias de oficio para esclarecer si hubo motivos racistas. Según explicó a La Marea el chico que protagoniza el vídeo, los vigilantes tan solo se dirigieron a él, a pesar de que había más personas con la mascarilla mal puesta en el mismo metro. Fue reducido y esposado por dos guardias de seguridad y otros tres ciudadanos anónimos (uno de ellos, agente de la Policía Nacional).

Según la versión del joven, antes de la detención durante la que él ya se mostró indignado y se resistió, ya había sido abordado por otros guardias en otro trayecto del metro. Así lo relato a La Marea en este vídeo publicado ayer y grabado el lunes. 

El caso está además en manos de la Comissió d’Ajuda al Refugiat (CEAR-PV), que se reunió con el chico el pasado lunes en sus oficinas para escuchar su versión y ofrecerle apoyo jurídico y psicológico. N.T. aseguró que llevaba días sin dormir tras el incidente, en el que terminó pasando la noche en el calabozo de la Guardia Civil de Paiporta. 

Por su parte, tanto Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana como los responsables políticos de las consellerías competentes en transportes anunciaron la apertura de un expediente informativo a la empresa de seguridad, así como una investigación propia para valorar los hechos. Los abogados del joven, nacido en Guinea Conakri y refugiado político, han pedido las imágenes de las cámaras de seguridad del metro. N.T. se mostró muy convencido de que estas imágenes avalarán su versión de los hechos. 

Tres guardias de seguridad han denunciado al joven por los golpes que, según ellos, recibieron durante su arresto. Un portavoz del sindicato de vigilantes jurados manifestó a varios medios que “esta gente va predispuesta a montar este tipo de follones”, entre otras declaraciones parecidas. Ayer, la cuenta de Facebook de este sindicato mostró un vídeo de apoyo de Bertrand Ndongo, activista de extrema derecha vinculado a Vox, que defendía la actuación de los vigilantes de seguridad.