La Base #29 – Nazis en guerra

Analizamos el auge de la extrema derecha y de los grupos armados nazis, tanto en Ucrania como en Rusia, en el contexto de la invasión y la guerra. Entrevistamos a Serguei, un militante anarquista ucraniano que participa en las tareas de apoyo logístico al Batallón Antiautoritario, milicia que combate al ejército ruso, y le preguntamos por la presencia de nazis como los del Batallón Azov en las Fuerzas Armadas ucranianas. Conectamos con Jairo Vargas durante su traslado de Jarkov a Kiev después de haber cubierto los bombardeos y combates en la ciudad. Entrevistamos al periodista Miquel Ramos, especialista en la ultraderecha europea.

Tratar de imbécil a la ciudadanía

El mundo vive hoy conmocionado por la guerra en Ucrania, justo cuando creíamos que empezábamos a recuperar poco a poco cierta normalidad en nuestras vidas tras dos años de pandemia y la situación excepcional que vivimos a nivel mundial. Cierto es que no es el único conflicto latente, pero sin duda es el más mediatizado y con el que más se ha apelado a nuestra ciudadanía con aquella empatía que, durante años, muchos venimos exigiendo también para con otros pueblos donde las bombas matan igual y cuyos refugiados y vidas deberían valer igual. Pero el enternecedor compromiso por los derechos humanos que estos días manifiestan toda clase de políticos e influencers(incluso algunos miserables fascistas que llevan años criminalizando a refugiados con tono de piel más oscuro), no es más que una mera patraña hipócrita que les está viniendo de perlas para blanquear su miseria moral y correr una cortina de humo ante muchos otros asuntos que nos van colando por debajo de la mesa.

Adriana Lastra, Vicesecretaria General del PSOE, calificó de “buena noticia” el reciente acuerdo con Marruecos que certificaba la traición al pueblo saharaui y el abandono de la legalidad internacional. Vendemos constantemente nuestro supuesto compromiso con los derechos humanos a cambio de que el sátrapa marroquí ejerza de policía de frontera para ahorrarse los disparos a los que lleguen nadando o las palizas a quienes se descuelguen de las vallas, aún con trozos de carne cortados por las concertinas. Que los abusos y las violaciones de derechos sucedan fuera del foco de nuestras cámaras, por favor.

Hay dictadores buenos y malos. Como hay abusos, guerras y bombardeos contra civiles más justificados que otros. Tan solo hay que ver qué beneficio sacamos de uno u otro caso para valorarlo. Es lo que hay. Todo es cuestión de cómo se presente a la ciudadanía. Esta semana, de hecho, nuestros aliados sauditas han ejecutado a más de 80 personas. Pero a los yates y propiedades de estos sátrapas que veranean en Marbella y riegan de millones al emérito, ni tocarlos, que nos compran muchas bombas, el AVE a la Meca y hacen buen gasto siempre que vienen. No se llaman oligarcas ni dictadores si son aliados. Son tan solo socios comerciales.

Salvador Illa, también del PSOE, tildaba la puñalada al pueblo saharaui de decisión realista, valiente y respetuosa con todas las partes. Borrell hablaba hace pocas semanas de que no se podía poner en el mismo plano al agresor y al agredido. El fuerte y al débil. Pero hablaba solo de Ucrania, claro. Hoy, la careta se les cae a cachos. Es lo que pasa cuando detrás de una bonita retórica se encuentra la más vil hipocresía que solo sus palmeros y los indolentes ante las injusticias que suelen ampararse tras un supuesto pragmatismo, son capaces de tragar

La ultraderecha, por su parte, se manifestó este fin de semana en Madrid contra el Gobierno por el aumento de los precios, como si ellos hubiesen votado en algún momento alguna medida que limitase el poder de las grandes compañías y capitales. Eso es propio de comunistas, señores. Y la hemos visto estos días también defendiendo los piquetes de la curiosa huelga espontánea de transportistas, cuando esta misma ultraderecha se ha manifestado siempre contra los piquetes y las huelgas, incluso proponía legislar para limitar los derechos de los trabajadores y de sus protestas.

Es el siguiente órdago de los posfascistas: tratar de arrebatar las banderas de lo social y lo revolucionario a la izquierda, como ya lo intentaron diez años atrás los neonazis que quisieron aprovechar la corriente del descontento y de las protestas durante la crisis de 2008 para disfrazar su chovinismo y su racismo de obrerismo y de carácter antisistema. Así los vimos tratando de colarse en el 15M, de hacer asistencia social (solo para blancos) o metiendo el hocico en las protestas estudiantiles y en todo lo que se movió hace justo diez años. Sin éxito, eso es verdad. Los movimientos sociales de entonces los calaron al instante y les hicieron un buen cordón sanitario, no como los medios y los profesionales de la política, que les han abierto la puerta creyendo que así neutralizan a quienes protestan desde la izquierda y les permite usar a la ultraderecha como espantajo para las próximas elecciones. Pedro Sánchez mencionó decenas de veces el nombre de Putin en el Congreso para contestar a la oposición sobre temas que no tenían nada que ver con la guerra en Ucrania. Ya tiene a quien echarle la culpa de todo lo que suceda en España.

El problema con la política es que nunca se dice la verdad. Siempre hay que envolver cualquier decisión con papel de regalo que apacigüe a los desafectos y despiste a los adversarios. Un juego retórico en el que a la ciudadanía se la trata de imbécil y la vuelve cada vez más escéptica, mientras la disputa política juega en el terreno de lo simbólico y la mentira. En otras palabras, la mayoría de los políticos mienten y no hablan claro. Suena a tópico pero es que es así. Tienen miedo a decir las cosas como son y aguantar el chaparrón. Y pasa con todo y con todos, también con los socios del Gobierno, que deben tener un empacho ya de tanto tragar sapos por no sabemos qué fin. Al final, los que de verdad mandan siempre acaban sometiéndolos o vendiéndolos por cuatro duros conscientes de que a ellos no les pasará factura. No se pararon los desahucios mediante ninguna ley; no se acaba con la Ley Mordaza porque no se quiere. Pues díganlo claro. Solo les pedimos eso. Llegamos hasta aquí, podemos conseguir esto, pero no más. Creemos que vale la pena (o no), pero es lo que hay. Díganlo. Y expliquen las razones y señalen a los que se lo impiden.

Pero el problema no es solo la mentira del político, sino la rendición de la crítica, de la calle, el abandono de la protesta social y de la militancia de base, para pasar a la pataleta desde el sofá en redes sociales y echar la culpa de todo a esos mismos políticos en los que ya no confiamos. El problema también es culpa de quienes podrían articular respuestas masivas y no lo hacen. De los sindicatos mayoritarios, de las organizaciones con capacidad para hacerlo y que hoy permanecen agazapadas esperando a ver si amaina el tiempo. Tan solo los movimientos sociales están dando el callo, y sin esperar nada a cambio más que jugarse algunas multas en el mejor de los casos. Estos, gobierne quien gobierne, siempre están. Y no mienten. Ponen las cartas sobre la mesa mostrando los rostros de las personas desahuciadas para quienes brindan asegurando que han acabado con los desahucios las miren a los ojos y les cueste digerir sus mentiras.

Miquel Ramos – Público, 21/03/2022

Guerra en Europa: vuelve el fantasma nazi

Entrevista en Carne Cruda: Análisis del papel de los grupos de ultraderecha y neonazis desde Ucrania al tablero global.

El desmoronamiento de la URSS y la reciente crisis económica global han creado un caldo de cultivo ideal para la proliferación de grupos neofascistas.

Desde que comenzó la guerra de Ucrania hay toda una corriente de discursos en torno al resurgir de tendencias ultranacionalistas. En Carne Cruda analizamos cómo el fantasma del ultranacionalismo vuelve a despertar en Europa y sus delirios nos retrotraen a una época oscura. Hablamos de las conexiones con la ultraderecha que pone de manifiesto esta guerra alimentada con proclamas patrióticas desde el ejército a las instituciones. Desde Ucrania al tablero global.

¿Hay nazis en Ucrania?, ¿más que en Rusia o que en otros países? ¿Qué conexiones tienen con las instituciones? ¿Quiénes eran los amigos de Putin antes de todo esto?¿Cómo operan los grupos neofascistas en Rusia? ¿Qué lazos existen con la ultraderecha y qué papel tienen en este conflicto? 

Lo analizamos con el historiador Steven Forti, autor de ‘Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla’; con el periodista Miquel Ramos que desde hace años se dedica a monitorizar a la extrema derecha y que lo contextualiza en el conflicto ucraniano; y Miriam González, periodista especializada en espacio postsoviético.

Hablamos también con el periodista Antonio Maestre de las conexiones nazis del gobierno de Putin y resumimos las particularidades del batallón Azov en Ucrania y cuánto hay de bulo y de verdad sobre su papel en el conflicto. 

Los jodidos equilibrios

No está resultando nada fácil informar sobre el conflicto en Ucrania para quienes nos dedicamos a monitorizar e informar sobre la extrema derecha. La excusa de la ‘desnazificación’ esgrimida por Rusia para justificar su invasión, por una parte, y el blanqueamiento y la minimización que están haciendo algunos medios occidentales de los grupos neonazis en Ucrania, nos sitúa a algunos en un terreno bien jodido.

Miquel Ramos – Público 14/03/2022

Un mes antes de la invasión publiqué en este mismo medio una columna sobre la preocupación que existía en varios países sobre el papel de los grupos paramilitares de extrema derecha en Ucrania. Medios poco sospechosos de putinistas como NewsweekTimes o la BBC, así como analistas norteamericanos o alemanes expertos en terrorismo y extrema derecha, venían desde hacía tiempo alertando de la constante peregrinación de neonazis de todo el mundo a Ucrania para recibir entrenamiento militar y hacer contactos, y hoy, directamente a combatir en las filas del batallón Azov, como están exhibiendo ellos mismos en sus redes. Esto lo veníamos advirtiendo desde que, tras el Maidán, los grupos de extrema derecha empezasen a gozar de impunidad y complicidad con el gobierno ucraniano. Cuando escribí ese artículo, no esperaba para nada que Rusia acabara invadiendo Ucrania. Y mucho menos que usara la excusa de la supuesta desnazificación.

Ahora, tras varias semanas de conflicto y una cruenta batalla también por el relato, quienes llevamos años exponiendo a las extremas derechas de todas partes nos encontramos atrapados en este fuego cruzado. Es habitual que, cuando expones a los nazis ucranianos te acusen de comprarle el relato a Putin. Y cuando expones a los rusos o criticas la excusa de la desnazificación, te conviertes en un mercenario de la OTAN. Entre quienes nos dedicamos a esto de informar sobre la extrema derecha no hay una opinión única sobre el conflicto ni sobre cuál debería ser nuestro foco de atención. Algunos nos hemos posicionado contra el envío de armas, mientras que otros lo defienden. Unos prefieren no hablar del tema de las extremas derechas para no tener que esquivar esas balas de uno y otro frente y porque entienden que las prioridades son otras. Y otros, quienes creemos que es importante no dejar de informar sobre esto, vamos sacando lo que vemos, conscientes de que nos van a dar por todas partes.

En Twitter, las pasiones se desatan y hay que ir como explorador en la selva con un machete y con el gatillo del block bien flojo para maleducados, fanáticos y gilipollas varios. Fuera de esta red, muchos de nosotros hablamos y debatimos por otras vías menos tóxicas, con respeto y con intención de compartir visiones e impresiones. Discrepamos, discutimos, pero no nos sacamos los ojos, aunque algunos intenten azuzarnos por redes como si fuéramos gallos de pelea y ellos apostaran a uno o a otro. Y como algunos tratan de hacer con nosotros exigiéndonos de malas formas que reproduzcamos su guion. La mayoría, eso sí, desde el cobarde anonimato, como siempre. Yo, las diferencias con las personas a las que aprecio las resuelvo en el bar, no echando espuma por la boca en Twitter o enzarzándome públicamente para goce y disfrute de quienes nos colgarían a los dos sin dudarlo, a pesar de nuestras diferencias en este y en otros temas.

La excusa de la desnazificación tiene varias aristas que creo importante apuntar: Que venga de un estado autoritario, capitalista e imperialista, que encarcela a antifascistas y que mantiene muy buenas relaciones con las ultraderechas globales, y que no puede presumir tampoco de no tener a neonazis y fascistas en sus filas, lo desmonta en cuestión de segundos. Y los antifascistas deberían ser los primeros en no regalarle su bandera a semejante personaje.

Muchos ultranacionalistas europeos, desde los neofascistas italianos de Forza Nuova hasta muchos otros grupos anticomunistas y de extrema derecha no esconden su admiración y apoyo a Putin. Varias fuentes, además, aseguran que los mercenarios del grupo Wagner, el blackwater ruso, podría estar operando en Ucrania. Ya los empleó Putin en Siria, Libia y otros países, y su líder es un neonazi con las SS tatuadas en los hombros. El periodista Antonio Maestre desgranó en un artículo reciente a todos estos grupos del bando ruso que exigía esa desnazificación que esgrime Putin de puertas para adentro.

Por otra parte, esto no borra la existencia de un problema neonazi en Ucrania desde mucho antes de esta guerra. Hasta los israelíes solicitaron en 2018 a su gobierno dejar de enviar armas que iban a parar a estos grupos. Más de 40 activistas de derechos humanos presentaron ese mismo año una petición ante el Tribunal Superior de Justicia israelí, exigiendo el cese de las exportaciones de armas a Ucrania. Argumentaban que estas armas acababan en las fuerzas que defienden abiertamente una ideología neonazi y citaban pruebas de que la milicia neonazi Azov, cuyos miembros forman parte de las fuerzas armadas de Ucrania y cuentan con el apoyo del Ministerio del Interior del país, está utilizando estas armas. El debate tuvo lugar también en el Congreso de los Estados Unidos. Incluso Facebook retiró las publicaciones sobre esta milicia, aunque ahora, con la guerra, ha vuelto a permitirlas, como los discursos de odio contra los rusos, que dice, no puede controlar. Nada nuevo en esta red social, de todas formas.

Nuestras preocupaciones por cómo durante años se ha armado a neonazis que han gozado de amparo institucional y absoluta impunidad no pueden ser ridiculizadas ni menospreciadas por mucho que Putin use como excusa a estas milicias para su invasión. The New York Times puso el foco sobre esto hace unas semanas. Y cada vez más medios están prestando atención a este tema con la avalancha de evidencias ante la llegada de combatientes extranjeros. Que ‘ahora no toca’, o que ‘así refuerzas el relato de Putin’, como me han reprochado varios tuiteros estos días, no se lo dicen a los periodistas de los grandes medios internacionales. Tampoco parece contentarles que expongamos por igual a cualquier neonazi que muestre su simpatía a la invasión rusa o que directamente esté sobre el terreno.

El silencio al respecto o la minimización del asunto está sirviendo a estos y otros grupos de extrema derecha como legitimación y blanqueamiento, como se puede comprobar viéndolos salir en televisión sin esconder su simbología nazi, casi como una provocación, como si dijeran, mirad, si, somos nazis, no nos escondemos, pero como estamos en el bando de los buenos en esta guerra, os restregamos nuestra simbología por la cara y aquí no pasa nada.

“El problema nazi de Ucrania es real, incluso si la afirmación de ‘desnazificación’ de Putin no lo es”, publicaba la web de la televisión norteamericana NBC el pasado 5 de marzo. “No reconocer esta amenaza significa que se está haciendo poco para protegerse contra ella”, insistía. Y quizás por eso, quienes nos dedicamos a esto, insistimos, a pesar de todo.

Sigo pensando que la prioridad debe ser proteger a la población civil y reforzar las soluciones diplomáticas para parar esta guerra cuanto antes. Así como defender a toda esa masa crítica rusa que, a pesar de la represión, se está echando a las calles estos días para mostrar su rechazo a la invasión. Pero esto no implica que abandone mi objeto de estudio, deje de analizar lo que está pasando, me preocupe de lo que pueda pasar en un futuro y lo comparta en mis redes, independientemente de que, insisto, la prioridad sea terminar cuanto antes con el coste humano de esta guerra. Lo vuelvo a decir: quienes analizamos a la extrema derecha no podemos obviar su papel en esta guerra ni lo que pueda venir debido a las imprudencias de hoy. Ucrania se ha convertido en un punto de reunión internacional para neonazis y mercenarios, en ambos bandos. Y pase lo que pase, en algún momento vamos a tener que hablar de esto.