Los que no llevan brazalete 

Galeazzo Bignami posa sonriente con un brazalete con una esvástica. Es una fiesta, hace unos años, en la que este político italiano se ‘disfrazó’ de nazi. La foto se filtró en 2016 y causó cierto revuelo. Entonces, el político, que hoy tiene 47 años y nunca escondió su ideología ultraderechista, llevaba tiempo bien encajado en el partido de Berlusconi, Forza Italia. Ahora ha vuelto a primera línea de la política con el gobierno recién estrenado de la posfascista Giorgia Meloni, de la mano de su ministro de Insfraestructuras, el ya tristemente conocido y también posfascista Matteo Salvini. Era una broma, dice Bignami, que en 2019 publicaba en Facebook varios vídeos en los que aparecía llamando a las casas de personas con apellido extranjero en viviendas de protección oficial de Bolonia para decirles que no tenían derecho a estar allí.

Como hacen gran parte de los nazis y los fascistas cuando los pones frente al espejo, frente a la opinión pública, lo niegan todo. Traicionan a su propia madre si hace falta: esa esvástica no es lo que parece. Todo es una broma. Yo no soy nazi ni fascista. Estaba pidiendo un taxi. Lo hemos visto mil veces. Lo que en la intimidad es un honor, un gesto de canallita políticamente incorrecto, golpes en el pecho y sonrisa malvada, de cara a la galería, o ante un juez, es una jodida vergüenza. Al menos por ahora. Por eso salen inmediatamente a negarlo todo e incluso a pedir disculpas. No son fascistas. Somos nosotros que vemos nazis por todas partes. 

Da igual lo que diga el pavo este ahora. El contexto de la foto y las excusas de mal pagador que esgrima. Esa esvástica, al igual que los múltiples tonteos y similitudes nazis y fascistas de una buena parte de la nueva derecha posfascista que se ha instalado en Europa son lo de menos, aunque llame la atención y nos recuerde de vez en cuando quiénes son en realidad quienes se esconden tras la ‘incorrección política’ y la supuesta regeneración. Ahora bien, los más peligrosos son otros, los que no llevan brazalete, los que son capaces de condenar públicamente el nazismo y el fascismo y luego hablar y actuar como ellos. O poniéndoles un cargo. O aplicando sus recetas tras comprar sus agendas y pensando que lo que piden no es tan descabellado. O que da votos. O que divide a la derecha, y ya nos va bien. O no haciendo políticas valientes para solucionar los problemas de la gente para que luego lleguen ellos a presentarse como salvapatrias. O que cuanto peor, mejor. Sin todos estos personajes, los nuevos fascistas no estarían donde están. 

Necesitamos ver este tipo de deslices, los brazaletes, las pezuñas en alto, para recordar de vez en cuando a quienes tenemos al frente de varias instituciones en Europa. Ni siquiera las loanzas de la propia Meloni al fascismo años atrás, cuando formaba parte del Movimiento Sociale Italiano (MSI) heredero de Mussolini, han servido como vacuna para que Italia no la votara y le entregara el mando del país.

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El antifascismo que se suponía inherente a la democracia italiana resiste fuera del Estado. Esta semana pasada, varios estudiantes resultaron heridos por la policía cuando protestaron ante una conferencia de un miembro del gobierno de Meloni en la universidad romana de la Sapienza. Policías en el campus universitario a porrazos contra los estudiantes, como en los viejos tiempos, y como siempre, protegiendo a los fascistas. Dos días más tarde, miles de estudiantes ocupaban la universidad en respuesta a la actuación policial, al grito de ‘¡Todos somos antifascistas!’. Justo esta semana, cuando se cumple el centenario de la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini, el dictador fascista, el aliado de Hitler, el padre ideológico del MSI donde creció políticamente Giorgia Meloni. 

Roma y otras ciudades de Italia han recordado y homenajeado al dictador estos últimos días. En Predappio, donde está enterrado, cientos de antifascistas desfilaron días atrás para reafirmar su compromiso y desafiar las marchas fascistas previstas. El antifascismo en Italia sigue vivo, sí, a pesar de no ser noticia, y de que las elecciones las haya ganado una fascista. Y de que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen la felicitase amigable y públicamente en Twitter, deseando trabajar juntas por Europa. Y así fue, que Meloni reiteró su compromiso con la muerte, con el bloqueo a los barcos de rescate del Mediterráneo, esos que salvan vidas y muestran las criminales políticas de fronteras europeas, donde indigna más la salsa de tomate sobre el cristal de un cuadro que los miles de cadáveres que siembran nuestras aguas. Las mismas recetas que aplicamos aquí en nuestras fronteras, no lo olviden, como ha demostrado la BBC en una extensa investigación publicada ayer sobre la reciente masacre en Melilla ejecutada por las autoridades españolas y marroquíes, y que costó decenas de vidas. Aquel asunto ‘bien resuelto’, como afirmó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Nos invitan a abandonar la memoria histórica para afrontar el futuro, para no reabrir heridas, para no usar la palabra ‘fascista’ en vano. Mientras, ellos escupen sobre las víctimas del fascismo y del nazismo, como Pablo Casado tildando de ‘batallitas del abuelo’ la lucha por recuperar los cuerpos de los asesinados que yacen en cuentas. Y nos dicen que serán fascistas, pero que saben gobernar. O que la lucha, como entonces, se libra contra el comunismo, por la libertad. Que hay que elegir. Nos piden pasar página, cambiar de canción, mientras ellos insisten poniendo esa versión de mierda de nuestra historia, la de que se vivía bien y se hicieron cosas buenas. Y que ahora no hay racismo, que nunca lo hubo, que en los 90 veían El príncipe de Bel Air mientras los nazis mataban a Lucrecia y a Sonia, y que tienen un amigo negro, y otro gay, que no flipemos. Que lo suyo es sentido común, mirar al futuro, y nosotros estamos todo el día anclados en el pasado, censurando y cancelando a todo dios. 

La periodista catalana Alba Sidera, residente en Roma, lleva años alertando sobre lo que iba a pasar en Italia. El brazalete de Bignami, nos recuerda, es tan solo una anécdota más. La punta del iceberg. “Después del blanqueamiento que le ha permitido ganar, asistiremos al blanqueamiento que le permitirá gobernar”, nos recordaba en un artículo reciente en el que desgranaba algunas de las muestras de fascismo que acompañan a este nuevo gobierno. Meloni no ha tardado en cuadrarse ante Europa, de despejar cualquier duda sobre su compromiso con las políticas neoliberales y con la OTAN. No es tan mala como la pintan, no se preocupen. Además, es mujer. Como Thatcher. Como Condoleezza Rice. Casi ni notaran la diferencia. 

No estamos tan lejos de Italia, por mucho que ellos colgaran al fascista boca abajo hace ochenta años y nosotros lo arropáramos en su cama, le diéramos un besito de buenas noches y aceptáramos su legado con una pistola sobre la mesa y ruido de sables de fondo, hace más de cuarenta años. La nueva Ley de Memoria Democrática llegada con enorme retraso y aprobada recientemente tratará de lavar un poco la imagen de nuestra historia, como si saldase cuentas, como si pintar la fachada escondiera el síndrome de Diógenes fascista que alberga el edificio por dentro. Está por ver cómo se implementará, pero permítanme que sea escéptico. O que crea que el problema va mucho más allá de las águilas de San Juan que todavía adornan algunas fachadas. 

El problema es que sus agendas se han normalizado ya de tal manera que necesitamos ese brazalete para identificarlos. Y a veces ni con eso es suficiente. Que las políticas de fronteras, las guerras en las que participamos y las políticas económicas neoliberales llevan años abonando el terreno para que de esas boñigas crezcan estos fascistas. Y cuando se hicieron mayores, entraron de nuevo por la puerta grande, con confeti y purpurina, con golpecitos en la espalda de los demócratas, que saben que este chico malo, este ‘políticamente incorrecto’, una vez toque poder, no hará nada mucho más diferente de lo que ellos llevan años haciendo. Aunque no lleven brazaletes con esvásticas. 

Mantener a raya a la chusma

No están acostumbrados a que nadie les cuestione. Al contrario, llevan años haciendo y diciendo lo que les da la gana sin reproche alguno, ni siquiera cuando sus declaraciones van en dirección contraria no solo a los datos del propio ministerio del Interior, sino a la propia función pública, a las campañas que predican cautela ante la desinformación y que trata de sensibilizar sobre los discursos de odio. Ellos están por encima de la institución, del bien y del mal, pues saben que no les va a pasar nada. Seguirán yendo a almorzar al bar fascista con su uniforme, a tomar café bajo el retrato de Franco o las banderas de la Falange. Seguirán vertiendo odio racista y machista en sus foros, y a pedir en sus chats que alguien le dé un escarmiento a esa alcaldesa roja, señalando a ese concejal guarro, o a esa zorra que tenemos de ministra. Ellos desayunan donde les da la gana, hablan de lo que les da la gana y dan charlas para quien les da la gana. Son los putos amos. Los putos sheriffs. Y nunca les pasa nada.

Tipos armados, uniformados, funcionarios públicos cuya palabra vale más que la tuya ante un juez, invitando a miles de personas que siguen sus redes a que te hagan una visita. No es ninguna tontería. ‘Pasen a saludar’, decían unos supuestos policías en su canal de Telegram, y adjuntaban primero un tuit mío y al día siguiente, otro de Dani Domínguez, compañero de La Marea. No les gustó que expusiéramos en varias ocasiones sus flirteos con la ultraderecha y el sesgo racista de algunas de sus publicaciones. Así que llamaron a sus hordas a hacernos una visita. No sabemos cómo se tomarán sus seguidores ese mensaje, ni en qué consistirán esos saludos a los que incitan, pero por mucho que ladren, vamos a seguir haciendo nuestro trabajo. Si algo nos pasa, tengan en cuenta esto.

No nos asustan sus señalamientos. No es la primera vez que lo hacen. Se saben impunes, pero son torpes, pues con sus actos nos dan la razón. Saben que están exentos de rendir cuentas cuando a más de uno se le va la boca o la mano. Son sus muchachos, y hay que dejarlos hacer, aunque las bravuconadas de algunos impregnen al resto. ¿A quién vas a llamar si no cuando te pase algo? Recuerdan a cada ciudadano que cuestiona cualquier actuación poco o nada justificable. Son sus muchachos, y nunca, ningún ministro, ha osado ponerlos firmes por tonterías como estas. Es más, ya les va bien tener a una panda de incontrolados que hagan el trabajo sucio. Es la cloaca de siempre, pero más cotidiana, menos sofisticada, que se encarga solo de la roña social. Si quisieran, la pararían. Pero no lo hacen. Por eso, quienes desde dentro de la institución deploran estas actitudes y pretenden dar la imagen contraria a la que estos proyectan, se encuentran solos, desamparados y casi apestados si osan reprocharles algo.

Los ultraderechistas que se sientan en las instituciones quizás les hayan prometido algo, o ya les están dando algún hueso que roer. Ellos sí que los aprecian y saben lo jodido que es no poder vomitar sus odios tranquilamente y tener que ser siempre políticamente correctos. Ellos se la juegan todos los días manteniendo a raya a toda la chusma, y los cuatro rojos desagradecidos todavía se atreven a cuestionar cuando se les va un poco la olla. No entienden la presión a la que están sometidos ni la clase de despojos humanos con la que tratan a diario. Solo los patriotas los entienden. Y los perdonan. Incluso los aplauden. Hagan lo que quieran, pero mantengan a raya a la chusma.

Funcionan a la par. Nada es improvisado ni gratuito. Camaradería y estrategia de guerra, batalla cultural para insertar sus mantras y para intimidar a quienes no se callan y advierten del peligro de tener agentes de Policía al servicio de la extrema derecha. Aunque se permitan la desfachatez de victimizarse cuando alguien les critica mientras amenazan a quienes lo hacen. Unos contribuyen a difundir el mensaje con la supuesta autoridad que les otorga su cargo y su uniforme. Los otros los utilizan para tratar de vendernos su discurso prefabricado como prueba fehaciente de que sus prejuicios son ciertos. Y si alguien les desmonta el bulo o les recuerda la neutralidad que se les exige como funcionarios, se presentan como víctimas de la censura progre y de lo políticamente correcto.

Nosotros, por nuestro oficio, tenemos un altavoz que nos permite (y nos debería exigir) difundir estas malas prácticas, así como las amenazas y los señalamientos que sufrimos por hacerlo. Otros compañeros no quieren líos, no es su guerra, o sencillamente comulgan. Y quienes no tienen este altavoz, ni siquiera se lo plantean. Si se atreven contra todos y siempre salen impunes, qué no se atreverán a hacer, incluso más allá de las redes, con alguien sin voz, sin papeles, sin un entorno que lo avale y lo apoye. Ellos seguirán presentándose como víctimas. Acusarán al Gobierno de perseguirlos, mientras conservan su trabajo, su autoridad y su barra libre para vomitar su odio sin sanción alguna. Es la taberna de Múnich donde se fraguó el putsch de la cerveza; el campo de tiro de los Oat Keepers días antes del asalto al Capitolio. El ruido de sables que algunos se empeñan en no escuchar mientras a otros les enseñan el brillo de sus filos.

ZOOM: Notícies falses

Les “fake news” o notícies falses no són un fenomen nou, però, des de fa alguns anys, ocupen un paper protagonista en la societat, impulsat, sobretot, per l’auge descontrolat de les xarxes socials. Quina és la seua finalitat? Com es difonen? Programa d’investigació ZOOM (À Punt)

El pots vore al web d’A Punt

Assenyalament i intimidació de periodistes per part de membres de Policía SXXI

Participants del mateix grup que difon continguts racistes i d’extrema dreta intimiden Miquel Ramos i Dani Domínguez

El Grup de Periodistes Ramon Barnils denuncia públicament l’assenyalament, per part de membres del grup de Telegram del col·lectiu Policía SXXI, dels periodistes Miquel Ramos i Dani Domínguez. L’assenyalament és especialment greu, perquè s’ha fet en un entorn policial, amb voluntat d’intimidar els dos informadors i, per tant, de coartar la llibertat d’expressió i l’exercici de la professió.

En concret, mitjançant comentaris al canal de Policía SXXI, s’han difós tuits i els usuaris de Twitter dels dos informadors animant els membres del grup policial a passar a “saludar”. “No sabem qui els haurà dit que poden insultar milers de pares i mares de família i no obtenir resposta”, s’hi ha dit, també, i se’ls ha insultat reiteradament a tots dos.

L’entorn de Policía SXXI ha insultat i intimidat els dos periodistes en un afany de defensar l’excap de la comissaria del districte centre de València, Ricardo Ferris, destituït per participar en una xerrada del partit d’extrema dreta Vox on va fer diverses afirmacions racistes, segons han publicat diversos mitjans. Els dos periodistes havien denunciat públicament les afirmacions racistes de l’excap de la comissaria valenciana i també la desinformació racista i promotora d’odi escampada al canal de Telegram de Policía SXXI.

El Grup de Periodistes Ramon Barnils alerta que la difusió d’idees i proclames d’extrema dreta entre els membres dels cossos policials és especialment greu i pot tenir conseqüències per a tots els ciutadans, tal com fan evidents els precedents polítics de l’estat espanyol. És imprescindible que els cossos policials que proclamen que pretenen ser democràtics actuïn per tallar de soca-rel la difusió de l’odi, l’autoritarisme i el racisme entre les seves pròpies files. Que aquests sectors s’atreveixin a intimidar periodistes indica fins a quin punt es creuen prou impunes.

Grup de Periodistes Ramón Barnils 25/10/22 

Compromís pregunta al Gobierno qué piensa hacer ante el señalamiento de una asociación de supuestos policías a periodistas de ‘La Marea’

La asociación Una Policía para el Siglo XXI invita a sus seguidores en Telegram a “saludar” a los periodistas Miquel Ramos y Dani Domínguez

El senador Carles Mulet, del partido político Compromís, registró el lunes 24 de octubre una batería de preguntas en la Cámara Alta sobre el señalamiento a dos periodistas de La Marea por parte de la asociación Una Policía para el Siglo XXI. A través de un canal de Telegram con más de 4.000 suscriptores llamado Policía SXXI DIFUSIONES, la organización invitó el pasado 21 de octubre a sus seguidores a que pasasen “a saludar” al periodista Miquel Ramos, colaborador de La Marea, después de que este publicase un comentario crítico con la organización en su cuenta de Twitter.

Dos días después, el mismo canal de mensajería apuntaba a Dani Domínguez, subdirector de este medio: “Este es Dani, amigo de Miquel, de la película “Dos tontos muy tontos”. Nosotros ya no les hacemos mucho caso, pero por si queréis pasar a saludarle a él también”, comenzaba el mensaje, el cual acompañaban con el enlace a un tuit de Domínguez.

El senador Mulet recoge estos mensajes en su escrito y pregunta al Gobierno si va a “interesar” a la Fiscalía General del Estado “para que analice si corresponde promover actuaciones ante estos posibles delitos de odio”. Asimismo, interpela al Ejecutivo sobre la posibilidad de estudiar si los miembros del colectivo que pertenecen a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado podrían estar incurriendo en alguna “irregularidad” o “ilegalidad” que fuese incompatible con su cargo: “¿Es compatible con la función pública promover fake news y discursos de odio y acoso a periodistas? ¿Va a identificar el Ministerio de Interior a las personas que gestionan estas redes sociales?”, apunta Mulet.

En su web, Una Policía para el Siglo XXI  se define como una “asociación de profesionales de la Seguridad Pública, compuesta por miembros de diferentes Cuerpos”. Entre sus objetivos se encuentra “el desarrollo de un nuevo modelo policial que abandone viejas y obsoletas prácticas y se ajuste a las nuevas realidades delincuenciales y a las demandas de seguridad emergentes”. La organización ha denunciado al Ministerio del Interior “por usar a las FFCCS para permitir disturbios violentos”. También al exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias y a otras 26 personas ligadas a Podemos por posar sin mascarilla para una foto en 2021.

Sus integrantes acuden de manera asidua a espacios mediáticos próximos a la extrema derecha donde señalan a la “inmigración ilegal y desbordada” como culpable de los “problemas de seguridad y de libertad”. José Manuel Vallejo, vicepresidente de la asociación, participó el pasado 14 de octubre en una mesa redonda sobre Inmigración y Ciudadanía organizada por la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) y el grupo parlamentario de Vox en Les Corts Valencianes. En ella también se encontraba como invitadoRicardo Ferris, inspector jefe y responsable de la Comisaría Centro de Valencia que fue apartado de su cargo por equiparar a los migrantes con delincuentes durante el acto organizado por el partido de extrema derecha. 

Como protesta ante la destitución de Ferris y para denunciar la “represión a los trabajadores”, Policías para el Siglo XXI convocó una concentración en València para el jueves 27 de octubre, de la mano del sindicato Solidaridad, vinculado a Vox. “¡El tiempo de caciques y cortijos ha llegado a su fin! Con la verdad hasta el final, aunque volvamos a ser solo 12”, han publicado en sus redes sociales, haciendo referencia a una frase atribuida al papa Juan Pablo II.

Sin embargo, la protesta, que fue difundida por el partido de ultraderecha España 2000, ha sido rechazada por la Delegación del Gobierno de la Comunitat ValencianaSegún ha adelantado el diario El Español, los organizadores no comunicaron la misma con diez días de antelación, tal y como marca la ley.

Contra “el señalamiento y la intimidación de periodistas”

El Grup de Periodistes Ramon Barnils ha denunciado de manera pública “el señalamiento” a los periodistas Miquel Ramos y Dani Domínguez por parte de miembros del grupo de Telegram del colectivo Policías SXXI: “El señalamiento es especialmente grave, porque se ha hecho en un entorno policial, con voluntad de intimidar a los dos informadores y, por tanto, de coartar la libertad de expresión y el ejercicio de la profesión”, subrayan en su comunicado.

La organización de periodistas alerta de que “la difusión de ideas y proclamas de extrema derecha entre los miembros de los cuerpos policiales es especialmente grave y puede tener consecuencias para todos los ciudadanos, tal y como hacen evidentes los precedentes políticos del Estado español”. Ante ello, defienden que es “imprescindible” que los cuerpos policiales frenen “la difusión del odio, el autoritarismo y el racismo entre sus propias filas”: “Que estos sectores se atrevan a intimidar a periodistas indica hasta qué punto se creen suficientemente impunes”, finaliza el comunicado.

También la Unió de Periodistes Valencians se ha manifestado en términos similares en su cuenta de Twitter: “Condenamos las amenazas recibidas por profesionales del periodismo en el ejercicio de la libertad de prensa y el derecho a la información y exigimos a @interiorgob [Ministerio del Interior] que tome medidas al respecto”.

Aporta o aparta

Una gran manifestación llenó las calles de París este pasado fin de semana para protestar por la inflación y por las medidas económicas del Gobierno de Macron. Convocados por la Francia Insumisa de Melenchón y otras fuerzas de izquierda, cerca de 140.000 manifestantes reclamaron, entre otras cosas, más políticas sociales y más impuestos a quienes más tienen. Era el arranque de una serie de movilizaciones que la izquierda ha previsto para las próximas semanas, y que ayer se extendió en forma de huelga para reclamar una subida de las pensiones, subsidios y el incremento del salario mínimo a 2.000 euros brutos al mes.

Hace tiempo que algunos tratan de extender el mantra de que la izquierda ha muerto, que las calles están vacías y que la ciudadanía agacha la cabeza ante las cada vez más vueltas de tuerca neoliberales con el trasfondo de la crisis provocada por la guerra en Ucrania. Es cierto que las calles en el Estado español no gritan como hace unos años, como durante la crisis de 2008 cuando las mareas y los mineros marchaban desde diferentes puntos del Estado y las plazas se tomaban y se transformaban en ágoras de debates y propuestas. Pero no es cierto que la izquierda esté ausente, ni que nadie proteste, ni que todo esté perdido. Ni mucho menos.

Curiosamente, algunos de estos promotores de la derrota no se cansan de promocionar cada protesta que tiene lugar en otros países, a veces incluso las de la extrema derecha, mientras omiten deliberadamente las que se dan en su país. Además de ser una clásica herramienta de desmovilización, es también el relato habitual de los del ‘todo mal’, de aquellos que dicen que aquí nadie hace nada, y que los fachas sí que saben protestar. Y por supuesto, que la culpa es siempre de los demás. La pregunta es dónde están ellos, donde militan y qué protestas o acciones proponen. Porque quizás ni están ni se les espera, viven instalados en las redes, en sus capillas, o simplemente sus lemas y sus marcos no llegan a convencer a una gran masa social que sí saldría a las calles bajo otras consignas y otras actitudes y proyectos mucho más constructivos.

Este mismo fin de semana, Madrid también vivió una gran manifestación para exigir la revalorización de las pensiones respecto al incremento del IPC acumulado anual y una pensión mínima del 60% del salario medio. Los pensionistas anuncian también el inicio de una serie de movilizaciones para los próximos meses, y alertan sobre los peligros de la privatización del sistema público de pensiones y las políticas fiscales que varios gobiernos autonómicos han emprendido para bajar los impuestos a los más ricos.

Ayer, los médicos de Urgencias del Hospital Infanta Sofía de Madrid anunciaron una huelga indefinida que arrancará el próximo 28 de octubre. Piden mejoras estructurales que acaben con la saturación de la sanidad pública, que según ellos lleva ‘al límite’ a los trabajadores y precariza el servicio de un modo alarmante. Las protestas de los sanitarios son habituales cada semana, y ya hay prevista una manifestación para el próximo 22 de octubre por una sanidad pública, universal y de calidad. También los estudiantes han convocado huelga por la educación pública para el próximo 27 del mismo mes, haciendo referencia además a la salud mental.

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No es el único sector en pie de guerra. Hace una semana se canceló el XIII Salón del Automóvil de Ourense por la huelga indefinida del metal que tendrá en breve réplica en varias ciudades del Estado. Ya en 2021, Cádiz vivió una serie de protestas, también del metal, que fueron reprimidas con dureza por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, cuyas actuaciones causaron una gran indignación por el uso desmesurado de la fuerza y la exhibición de tanquetas en las barriadas populares de la ciudad.

También las calles de varias ciudades rugieron a principios de 2021 con el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel, a pesar de la contundente respuesta del Gobierno contra estas, que llevaría a numerosos jóvenes a juicio y a algunos de ellos incluso a prisión. Como también, antifascistas de varias ciudades llevan años respondiendo a las habituales provocaciones de la extrema derecha en las calles y en las universidades. Más recientemente, miles de personas tomaron las calles de Madrid convocadas por la CNT para denunciar la criminalización de la acción sindical y exigir la absolución de las seis sindicalistas condenadas a prisión en la Pastelería Suiza de Xixón.

Extender el relato de que la gente ya no protesta es faltar a la verdad. Otra cosa es que los medios no presten la atención que deberían, lo criminalicen, o que no se den, de momento, manifestaciones, huelgas y protestas que unan todas estas reivindicaciones. Motivos para la protesta nos sobran, y los movimientos sociales y todas estas reivindicaciones sirven para presionar, para exigir, para cambiar las cosas y para reencontrarse en las calles, gobierne quien gobierne.

Cada semana, los movimientos por el derecho a la vivienda convocan movilizaciones y paran desahucios. Pocas veces salen en los medios, pero quienes seguimos sus canales de difusión somos testigos de la gran labor que realizan en los barrios de todas las ciudades, uniendo a vecinos y vecinas bajo el reclamo del derecho a una vivienda digna. También las kellys y las temporeras del campo en Andalucía han dado grandes lecciones de lucha estos últimos años denunciando la precariedad y la explotación a la que son sometidas, y ganando múltiples batallas a sus patronos. Como los riders, los taxistas y muchos otros sectores que, lejos de rendirse, combaten día tras día en sus pequeñas trincheras, lejos demasiadas veces de los grandes focos mediáticos.

Nos espera un otoño caliente, y todo apunta a que los contendientes en las guerras actuales (con o sin bombas) no tienen intención de sentarse a hablar ni a arreglar nada. Esto provocará todavía más crisis, que acabarán pagando los de siempre, y que, bajo el manto del patriotismo y la excepcionalidad del momento, nos tratarán de hacer comer a cucharadas. Los motivos para salir a la calle se multiplican conforme avanza la precarización de la vida y el autoritarismo. Promover el relato de la derrota, instalarse en el sectarismo y en el ‘todo mal’, solo causa desánimo y rechazo, y es totalmente contradictorio con el objetivo que se presume querer conseguir.

Hay mil frentes de lucha, miles de pequeñas revoluciones en marcha, llenas de gente buena y de causas justas. Como dijo una vez alguien en una asamblea, “aporta o aparta. Aquí se viene a construir, a generar sinergias y proyectos, a aportar soluciones y deseando de verdad ganar”. Visibilizar que hay lucha, que hay motivos, debería ser el primer objetivo de quien pretende que cada vez más gente se sume. Promover la derrota es lo que haría quien quiere que de verdad nada cambie.

Columna de opinión en Público, 19 de octubre 2022