25 años del asesinato neonazi de Guillem Agulló

El crimen contra este joven valenciano marcó a toda una generación y ha sido reivindicado como símbolo contra la impunidad de los crímenes de odio.

 Miquel Ramos. València, 10 abril 2018 – El Salto Diario

El 11 de abril se cumplen 25 años del crimen que acabó con la vida del joven antifascista Guillem Agulló, de 18 años, en Montanejos (Castelló) a manos de un grupo neonazi. La defensa de los cuatro acusados, así como la sentencia, obviaron durante todo el proceso, celebrado en 1995, el carácter político del mismo, que terminó con un solo condenado, Pedro José Cuevas Silvestre, a 16 años de cárcel, de los que acabaría cumpliendo tan sólo cuatro.

El proceso estuvo plagado de desafortunadas campañas de prensa contra la víctima y su entorno, encabezadas por el diario Las Provincias que dirigía entonces la periodista ultra María Consuelo Reyna, y que trataban de criminalizar a los colectivos antifascistas e independentistas, y concretamente a la organización juvenil Maulets, donde militaba Guillem. Eran años convulsos en los que grupos nazis protagonizaban incidentes casi todas las semanas.

Dos años antes, en Barcelona, había sido asesinada Sonia, una joven transexual apaleada hasta la muerte por un grupo de skins nazis, y doce meses más tarde la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez fue asesinada a tiros por un comando fascista en Madrid. A Guillem le siguieron muchos más hasta la actualidad, más de 80, tal y como refleja el mapa de crimenesdeodio.info que detalla cada caso documentado desde 1990 hasta 2015.

Durante estos 25 años, el recuerdo de Guillem ha sido reivindicado precisamente como un antídoto contra el olvido

El asesino de Agulló, que negó durante el juicio profesar la ideología nazi, fue detenido de nuevo en 2005 por la Guardia Civil en el marco de la Operación Panzer, junto con más de una veintena de supuestos neonazis que, según la nota de la Benemérita, vendían armas por internet y organizaban cacerías de inmigrantes y militantes de izquierdas. El juicio a esta organización, el Frente Antisistema (FAS), terminó en 2015 con la absolución de todos sus miembros y la condena en costas (más de 42.000€) a las organizaciones de la Acción Popular Contra la Impunidad.

Esta plataforma denunció en 2007 que Cuevas, asesino de Guillem, se presentaba a las elecciones en las listas del partido neonazi Alianza Nacional por la localidad valenciana de Xiva. Desde entonces, además de ejercer la acusación popular en el caso panzer, documentaron todas las agresiones que venían sucediendo en el País Valenciano.

Durante años, el domicilio familiar de los Agulló i Salvador fue objeto de pintadas burlándose de la muerte de su hijo

Durante estos 25 años, el recuerdo de Guillem ha sido reivindicado precisamente como un antídoto contra el olvido, contra la impunidad de muchos crímenes fascistas que se han producido a lo largo de estos últimos años, tal y como denunciaron desde la citada plataforma en un listado de los crímenes de odio que siguen todavía sin esclarecerse en el País Valenciano.

Éstos van desde los diversos ataques con cócteles molotov al centro social La Quimera de Mislata, hasta los disparos contra el centro social Ca Revolta o las bombas contra las sedes de ERPV, PSPV-PSOE, BNV, varias mezquitas y el local de CEAR en Valencia, que recibió más de una decena de ataques en poco más de un año. En ningún caso la policía ha realizado ninguna detención, un hecho que fue denunciado tanto ante las Cortes Valencianas en varias ocasiones como ante el Congreso de los Diputados en 2009 y la Comisión Europea en 2010.

Esta pasada semana, la sede de la Associació Cultural Bassot, que organiza cada año una concentración el 11 de abril, día del aniversario del asesinato, fue víctima de pintadas nazis en su fachada. Durante años, el domicilio familiar de los Agulló i Salvador fue objeto de pintadas burlándose de la muerte de su hijo, además de recibir llamadas anónimas reiteradamente.

RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL

A pesar de que la sociedad civil había recordado siempre a Guillem en multitud de actos, las instituciones habían mirado hacia otro lado. Lo intentó Esquerra Unida en 2013  con una declaración institucional que no aceptó el PP, que llevaba gobernando la Generalitat desde 1995. Con la llegada a la Generalitat del tripartito Compromís, PSPV-PSOE y Podem, el año 2016 se volvió a intentar y finalmente salió adelante con la firma de todos los partidos políticos con representación en las Cortes Valencianas. Además, se acordó otorgar cada año un premio a personas destacadas por su lucha contra los delitos de odio con el nombre de Guillem Agulló.

También desde el Ayuntamiento de València se acordó dedicar un paseo del jardín de Viveros con el nombre del joven antifascista. Varios colectivos realizaron una campaña para que el consistorio le dedicara una calle en la ciudad, pero finalmente se acordó que fuese un paseo en el jardín, no sin suscitar algunas críticas por parte de familiares y amigos de la víctima, que lo ven insuficiente. Aun así, el paseo se inagurará el próximo 21 de abril tras una manifestación bajo el lema “País Valencià, un país obert” en homenaje a Guillem Agulló, convocada por Acció Cultural del País Valencià y apoyada por colectivos musulmanes, judíos, gitanos, LGTBI y asociaciones culturales, sindicales y sociales de todo el País Valenciano.

Betlem Agulló, hermana de Guillem, antes la canción “No tingues por” de Obrint Pas.

Además, en estos últimos años, varias ciudades valencianas y catalanas han puesto el nombre de Guillem Agulló a alguna de sus calles o espacios públicos: Burjassot, Favara o Simat de la Valldigna, Sallent o Molins de Rei entre otras.

GUILLEM Y YOLANDA

La sensación de impunidad fascista es lo que motivó a los familiares y amigos de Guillem y a los allegados de Yolanda González, joven militante socialista secuestrada y asesinada por fascistasen 1980, a intercambiar cartas de apoyo que se leyeron en sendos homenajes celebrados el mismo día en Madrid y en Burjassot en 2013. Ambas historias, separadas por el espacio y el tiempo, representan en gran medida, según una de estas cartas, “la indolencia institucional ante los crímenes fascistas”, y es que el asesino de Yolanda, Emilio Hellín, que fue localizado por el diario El País bajo otro nombre, trabaja en la actualidad para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

UNA PUÑALADA EN EL CORAZÓN DE TODO UN PAÍS

El 11 de abril de 1993 Guillem Agulló participaba en una acampada en la localidad de Montanejos, Castellón. El joven de 18 años, natural de Bujassot, Valencia, y militante de la organización independentista Maulets, recibió una puñalada en el corazón en un callejón de la localidad castellonense. Un grupo de neonazis acudió al lugar tras recibir una llamada de alguien que le había reconocido o sabía que se encontraba allí, y segó la vida del valenciano en una emboscada a traición. El padre de la víctima, también llamado Guillem Agulló, ha denunciado que cada 11 de abril aparecen en los alrededores de la vivienda familiar pintadas alusivas a los hechos como “Guillem jódete” o “Guillem muerte, muerte, muerte”. “No se arrepienten de nada y las pintadas todos los años así lo certifican”, lamenta el padre de Agulló.

* El artículo es una actualización del publicado en 2013 en Diagonal

Guillem Agulló, recordant un símbol de la lluita antifeixista

MIQUEL RAMOS – DIRECTA – 11 D’ABRIL 2018

La primavera de 1993 sempre s’ha recordat com una fita trista a Burjassot, arran de la mort de dos fills d’aquell poble de l’Horta Nord, separat de la ciutat de València només per un carrer, fet que va marcar la història del País Valencià per sempre. Primer fou Vicent Andrés Estellés, el gran poeta valencià, que va morir el 27 de març. Quinze dies després, un jove de 18 anys, Guillem Agulló, va ser assassinat per un grup de nazis a Montanejos (Alt Millars) d’una ganivetada al cor. Tots dos van passar a formar part, per casualitat, de la història d’un país que renaixia després dels foscos anys de la dictadura franquista i de la inacabada transició. Inacabada perquè Estellés continuava sent objectiu dels atacs de l’extrema dreta espanyolista –que també atemptava contra Joan Fuster, Sanchis Guarner i tants d’altres– i perquè Guillem Agulló fou assassinat, precisament, per oposar-se a aquests residus del passat feixista que alguna gent ja creia superats. Res més lluny de la realitat: Agulló esdevingué la prova que demostrava la vigència del feixisme més criminal a casa nostra, amanit per una sospitosa indolència institucional i per un seguit d’esdeveniments que, al llarg d’aquests 25 anys, han demostrat la impunitat eterna de l’extrema dreta al País Valencià.

Guillem era militant de l’organització independentista Maulets i del col·lectiu antiracista SHARP i era habitual veure’l al Kasal Popular del carrer de la Flora, una casa okupada que fou l’escola política de moltes joves d’aquells primers anys noranta, a cavall entre el darrer Govern del PSOE i la conquesta de l’Ajuntament de València i la Generalitat Valenciana per part del PP. Al mateix temps, però, els sectors caducs franquistes van passar el relleu als nous cadells de l’extrema dreta, més semblants als seus homòlegs europeus i encarnats pels nous moviments skinheads neonazis, que poc abans ja havien protagonitzat terribles crims com el de Sònia, una jove transsexual assassinada a colps a Barcelona l’any 1991, o el de Lucrecia Pérez, una migrant dominicana assassinada a trets a Madrid per un grup de feixistes, entre els quals hi havia un guàrdia civil.

Acción Radical

València s’havia convertit en un centre operatiu important d’un dels grups nazis més actius a l’Estat, que ja feia cinc anys que protagonitzava agressions i que, el 1992, va organitzar el primer Concierto por la Raza, que va reunir uns quants centenars de caps rapats vinguts d’Europa. Acción Radical s’havia presentat al públic durant la vaga general de 1988 portant una pancarta en català decorada amb una creu cèltica on es podia llegir: “Contra el capital, lluita radical”. Segons publicà llavors el setmanari El Temps, en una de les revistes d’Acción Radical apareixia com a adreça de contacte el despatx de Levantina de Seguridad –l’empresa de l’advocat ultra José Luis Roberto, actual President Honorífic d’España 2000– situat a la Gran Via de València.

La nit de l’11 d’abril, Guillem Agulló es trobava a Montanejos amb una colla d’amics passant les vacances de Pasqua quan un grup de nazis de València es va dirigir directament contra ell. Entre tres persones, el van subjectar perquè Pedro Cuevas li assestés una ganivetada mortal al cor. Immediatament van marxar cridant “Arriba España”, mentre els amics d’Agulló intentaven buscar ajut. La policia no va detindre ningú aquella nit ni l’endemà. Els agressors es van entregar voluntàriament dies després.

El judici es va celebrar dos anys després, sota un clima convuls on es mesclaven la indignació de gran part de la societat valenciana per aquest crim i les constants agressions feixistes i la incessant activitat dels grups nazis a València. La policia va carregar diverses vegades contra les amistats i les familiars de Guillem Agulló que es concentraven a les portes de l’Audiència de Castelló on se celebrava el judici i fins i tot va aturar un dels autobusos organitzats per Maulets per desplaçar-se al judici des de València per fitxar totes les assistents. L’objectiu de la defensa fou despolititzar el crim, una versió que també van mantenir el PSOE i el PP, que no volien que el problema de la violència feixista els esquitxés. I aquesta fou la versió que acceptà el jutge: havia sigut una baralla entre joves amb un desenllaç dramàtic. Res més. Setze anys de presó per a només un dels imputats, Pedro José Cuevas Silvestre. La resta, absolts. Cuevas només compliria quatre anys. Maulets, que exercia l’acusació popular, va decidir abandonar el judici com a senyal de protesta per com s’estava instruint el cas. Mentrestant, el diari de la dreta valenciana Las Provincias, llavors dirigit per la ultradretana Maria Consuelo Reyna, es dedicava a criminalitzar Guillem Agulló i el seu entorn, rematant-lo a cada notícia.

Un crim polític

Anys després, la versió oficial de l’assassinat de Guillem es desmuntava. L’any 2005, la Guàrdia Civil va desarticular una organització nazi al País Valencià, el Frente Antisistema (FAS), que es dedicava, segons la nota de la Benemérita, a vendre armes prohibides i organitzar caceres contra immigrants i militants d’esquerres. L’operació Panzer va permetre detenir 27 persones, entre les quals, l’assassí de Guillem Agulló. Segons conta el periodista valencià Joan Cantarero al seu llibre La huella de la bota, Cuevas era un dels responsables de fabricar punys americans. La seva detenció evidenciava el caràcter polític del crim i tornava a posar el nom d’Agulló als titulars de premsa. I, per si no en teníem prou, dos anys després, el 2007, aquest mateix personatge es va presentar a les eleccions a les llistes del partit nazi Alianza Nacional (AN) al poble de Xiva (Foia de Bunyol).

Havien passat quasi 15 anys del crim, però la societat valenciana no l’havia oblidat. Es va convocar una roda de premsa a València –en què van ser presents representants del PSPV, d’EUPV, del BNV, de Maulets, d’ACPV, de la Intersindical i d’altres organitzacions– per demanar la il·legalització d’aquest partit. A més, el País Valencià continuava patint l’assetjament de l’extrema dreta arreu del territori, amb bombes contra seus polítiques, agressions, boicots a actes culturals i altres accions, que, des del franquisme, s’han succeït sense que hi haja hagut detencions ni condemnes. És per això que distintes organitzacions van decidir fer un pas endavant aprofitant la nova imputació de l’assassí de Guillem Agulló en el cas Panzer i es van presentar com a acusació popular al judici.

Aquests col·lectius van formar la plataforma Acció Popular contra la Impunitat, que reuneix més de 30 organitzacions socials, culturals, polítiques i sindicals i a la qual s’ha adherit, també, l’Ajuntament de Burjassot. La plataforma va fer arribar al Congrés espanyol i a la Comissió Europea les seues denúncies sobre els atacs impunes de l’extrema dreta, entre els quals es compten més d’una vintena d’atemptats amb explosius contra ONG i seus polítiques, agressions contra immigrants, mesquites, joves d’esquerres i independentistes i boicots habituals de grups ultres contra actes considerats catalanistes.

Impunitat, altra vegada

El desenllaç del cas Panzer no podia demostrar millor allò que es venia denunciant des de feia dècades. Primer, dies abans de començar el judici, al juliol de 2014, la Guardia Civil va destruir “per error” l’arsenal d’armes que havia confiscat anys enrere al grup neonazi. Després, el jutge va considerar que les escoltes telefòniques que van permetre desbaratar els plans d’aquesta organització, es van realitzar ‘sense cap indici objectiu de comissió de delicte que permeta vulnerar el secret de les comunicacions’. El diari El País va desvetllar durant el judici part d’una conversa de l’assassí de Guillem que figurava al sumari, sobre una cacera que preparaven: “Me llevo un pincho. Voy a hacer pupa (…). Hay que darles bien. Dejarlos mareados”.

Al descartar les converses com a prova, la secció quarta de l’Audiència de València va decidir  absoldre els neonazis. Tot i que l’acusació popular va recurrir al Trubunal Suprem, asquest no només va confirmar-ne l’absolució, sinó que condemnaria les organitzacions de l’acció popular a pagar les costes als advocats dels neonazis, que sumarien més de 42.000 euros.

El naixement d’un símbol

Des dels seus inicis, l’Acció Popular Contra la Impunitat reclamà investigacions rigoroses sobre els greus atemptats registrats els darrers anys, dels quals encara no s’ha esbrinat l’autoria. També va fer arribar informes als successius ministres de l’Interior espanyols i a les delegades del Govern i sempre obtenint la mateixa resposta: no n’hi ha per a tant; les forces i els cossos de seguretat de l’Estat estan treballant de valent. Fins i tot el delegat del Govern a qui es va traslladar la preocupació pels atemptats l’any 2009, Ricardo Peralta (PSOE), negà que la situació fos preocupant i afirmà que, malgrat els atacs, es vivia una absoluta “normalitat democràtica”, unes declaracions que van indignar encara més les víctimes.

Tot i que feia anys que l’extrema dreta valenciana havia reduït la seua activitat, la violència que vam veure el passat 9 d’Octubre ha tornat a activar totes les alarmes. Mai van marxar. Simplement, esperaven el seu moment per tornar.

Guillem, l’any 2016, va tindre el reconeixement institucional que li havien negat des del seu assassinat. Després d’una proposició no de llei presentada per la diputada d’EUPV Marina Albiol l’any 2013, rebutjada pel PP, les Corts Valencianes van acordar per fi reconèixer la figura de Guillem l’any 2016. Tots els grups polítics consensuaren la seua aprovació i s’alçaren per aplaudir la família, que envoltada d’amics, veia la declaració institucional des del pis més alt de l’hemicicle.

Així, les Corts acordaren també atorgar cada any un premi a persones destacades en la seua lluita per les víctimes de l’odi que portaria el nom de Guillem Agulló. L’any passat se’l va atorgar a Daniel Sanjuán, advocat de CEAR_PV i activista de la campanya CIEs NO, que havia faltat mesos enrere. Enguany, la persona guardonada encara no s’ha fet pública, però l’entrega serà el proper 25 d’Abril a les Corts.

La memòria eterna

Hui, els amics i amigues de Guillem Agulló recorden que allò que van cridar una i milers de vegades era cert: ni oblit ni perdó. Ells i elles són qui, molt abans que les institucions, han mantingut el seu record viu. Cada any. A Burjassot i arreu dels Països Catalans i més enllà. Les noves generacions de joves que ni tan sols havien nascut quan fou assassinat saben perfectament qui fou i com fou tot. I saben que una part d’ell és part d’elles i ells també hui.

Potser Estellés, si hagués estat viu, hauria escrit alguns versos al seu veí. Però ha sigut la societat valenciana i, per extensió, dels Països Catalans qui ha mantingut viu el record del jove antifeixista dedicant-li carrers arreu del País o nombroses cançons per part de diversos grups de música en català. Guillem Agulló ha esdevingut un símbol per a tota una generació que ha fet d’aquell cas la bandera de la lluita antifeixista. Per això l’extrema dreta l’esmenta sovint de manera insultant per provocar l’esquerra. És la seua advertència habitual, ja que saben que matar un jove d’esquerres, lamentablement, resulta molt barat al País Valencià.

Article publicat a la ‘Directa’ número 312, actualitzat per l’autor l’11 d’abril de 2018  – I·lustració de Lluís Ràfols

Los ‘valencianistas’ de Zoido

Que el ministro Zoido catalogara así a los ultraderechistas que reventaron la manifestación del 9 d’Octubre, no es casual ni inocente […]. No fue más que una cacería contra el valencianismo progresista. Un acoso organizado y violento que hoy se instruye en los juzgados”, sostiene el autor.

Los ‘valencianistas’ de Zoido
Insultos al paso de la comitiva de Compromís durante los actos oficiales del 9 de octubre de 2015 en Valencia. FOTO: JORDI BORRÀS.

MIQUEL RAMOS – 07 diciembre 2017 – La Marea

La construcción de un relato y la imposición de un marco conceptual que lo sustente es quizás la batalla de las ideas más importante. Para armar una visión de la realidad interesada es fundamental saber colonizar las mentes con la imagen que pretendemos dar de determinados sucesos y realidades. Existirán (y deben existir) varios puntos de vista sobre un mismo hecho o realidad. Pero la conquista del lenguaje y la imagen que queda de una historia, es sin duda la mayor victoria.

El pasado 1 de diciembre el Ministro del Interior español, Juan Ignacio Zoido, respondió a las preguntas lanzadas por Ricardo Sixto (EUPV) y Alberto Garzón (IU-UP). Los diputados cuestionaron la actuación policial ante las agresiones de la extrema derecha a los manifestantes valencianistas del pasado 9 de octubre en València. Zoido, como si no hubiese visto las imágenes que aparecieron en todas las televisiones, en YouTube y en las redes sociales, calificó los hechos como un “conato de enfrentamiento entre grupos antagónicos, resolviéndose por presencia policial”, y negó que hubiera heridos y cargas policiales. No hace falta que estuvieses allí para verlo. Puedes, insisto, buscar en las redes sociales los vídeos de aquella tarde y comprobar hasta qué punto el ministro miente. Y cómo trata de quitar importancia a unos hechos que, además, no fueron ningún “conato” (que la RAE define como “intento frustrado”), sino que consiguió lo que se pretendía: aterrorizar, coaccionar y agredir a los manifestantes e impedir el normal transcurso de la manifestación. 

Aquella tarde, una plataforma de asociaciones formada por, entre otros, PSOE, CCOO, UGT, Intersindical, Compromís, Podemos e IU, tenía permiso para manifestarse por el centro de València. El lema era ‘Sí al valenciano’, y no era más que la tradicional marcha que cada año convoca la izquierda valenciana el Día del País Valenciano. Pero hacía muchísimos años, quizás desde la transición, que no se vivían unos episodios de violencia tan graves como los que vivimos quienes fuimos testigos (y víctimas) de aquella ignominia.

Sin embargo, lo más indignante de las declaraciones del ministro es que tacha a los acosadores de haber estado allí “en defensa del valencianismo”. Esto va más allá de su banalización de la violencia y del problema que supone la extrema derecha, que aquel día impidió el normal desarrollo de una manifestación legal.

Aquí, Zoido ya otorga la defensa del valencianismo a quienes, enarbolando banderas de España, escupían, insultaban, agredían y bloqueaban a los manifestantes que pedían una mayor protección a la lengua de los valencianos. Por supuesto que el lenguaje del señor ministro no es inocente. Sabe bien lo que dice, y el aplauso de los ultras a sus declaraciones así lo confirma.

¿Qué es ser valencianista?

Que el ministro Zoido catalogara así a los ultraderechistas que reventaron la manifestación del 9 d’Octubre, no es casual ni inocente. No solo él, sino una gran parte de los medios de comunicación así llevan haciéndolo desde hace décadas, contraponiendo este adjetivo al supuesto “catalanismo” que representaría la parte contraria. Y aquí nos metemos de lleno en lo que se refería al principio: la batalla de las ideas en el lenguaje y los marcos conceptuales.

Para los que reniegan de la unidad de la lengua, todo aquel que la asuma es “catalanista”. No importa que no lo sea, ni que ni siquiera lo pretenda, porque para ellos lo es. Y aquí entran desde los académicos (desde la universidad hasta los expertos en romanística de todo el mundo), hasta los miles de valencianos de todo signo político que defendieron una mejor financiación para el País Valenciano el pasado 18 de noviembre, ya que, según algunos sectores del blaverismo, esto serviría para financiar el catalanismo que emana del gobierno tripartito valenciano.

Vicent Flor realizó una magnífica tesis doctoral en el año 2009 bajo el título El anticatalanismo en el País Valenciano: Identidad y reproducción social del discurso del blaverismo. De esta tesis, Flor publicó un resumen en formato libro tituladoNoves glòries a Espanya: anticatalanisme i identitat valenciana (Afers, 2011). Y nada más gráfico para explicar la latencia del conflicto que los sucesos que se desarrollaron durante su presentación en la FNAC de València: un grupo de ultraderechistas, entre los que se encontraban miembros de España2000 y del Grup d’Acció Valencianista (GAV), la organización que durante décadas abanderó la lucha sin cuartel contra todo lo que consideraron “catalanista” irrumpieron en la sala e impidieron el acto. Junto a Flor se encontraba la actual vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, que recientemente sufrió el acoso en su domicilio precisamente de estos grupos. 

Para el sociólogo, el valencianismo “es una ideología y un movimiento políticos que nace a principios del siglo XX que cuestiona el nacionalismo español y su propuesta de España unitaria y que defiende en un primer momento la recuperación del autogobierno y la oficialización del valenciano y, una vez conseguido estos, la ampliación de las competencias de la Generalitat Valenciana y la normalización del valenciano”. Este valencianismo es el que tradicionalmente se ha tildado de “catalanista”, aunque no tiene porqué aspirar a los Països Catalans ni tampoco a la independencia del propio territorio valenciano.

Contrariamente, el movimiento al que Zoido llamó “valencianista” y que también se conoce como blaverismo (en referencia a la franja azul de la senyera), es “anticatalanista, populista, conservador, regionalista y provincialista que defiende una identidad valenciana regional y subordinada a la identidad nacional española y que, por tanto, se opone frontalmente al valencianismo”, explica el sociólogo Vicent Flor. Para este experto en la materia, no es más que “un nacionalismo español que se reviste de autoctonismo, de valencianía que trata de considerar a los valencianistas como “traidores” a la ‘auténtica’ identidad valenciana”. El periódico Directa elaboró hace pocas semana un mapa cronológico e interactivo con todos los actos violentos -la mayoría impunes- cometidos por defensores de estas ideas.

Este sector, al que el señor Zoido llamó “valencianista” y que salió el pasado 9 d’Octubre a reventar una manifestación legal, ha gozado durante mucho tiempo de esta patente. No solo los medios afines les otorgan la etiqueta de valencianista, sino que también y sorprendentemente todavía hoy lo hacen varios medios progresistas. Lograron hace ya muchos años imponer su marco conceptual, aunque el extenso tejido asociativo que lo formaba, hoy en día tan solo sobrevive en pequeñas organizaciones tras haberse visto capitalizado por el PP. Sociológicamente es cierto que sigue vivo, sobre todo allí donde nació, en la ciudad de València y sus alrededores. Cada 9 de octubre, estos grupos ocupan las calles del centro de València durante la mañana para participar en la tradicional procesión de la Senyera, donde desfilan las autoridades. Cada año, esta efeméride se convierte en un escaparate para todos estos grupos, que se desgañitan al paso de los miembros de Compromís, hoy en el gobierno, entre insultos y amenazas de todo tipo. El diario digital La Veu realizó un clarificador reportaje cuando todavía gobernaba el PP para mostrar la tensión y la impunidad con la que los grupos más radicales actuaban en València.

La unidad de la lengua o el secesionismo no es lo más importante, a mi juicio. Lo que está en juego es la normalización del valenciano, y el secesionismo es una estrategia para atacarlo. Si conflictivizamos la identidad de la lengua, piensan los anticatalanistas, contribuimos a su desprestigio y dificultamos su recuperación social. Y, en buena medida, lo han conseguido”, apunta Flor. “No es de extrañar que una parte importante de la base social del blaverismo sean valencianohablantes conservadores y regionalistas que no han transmitido el valenciano a sus hijos porque pensaban que el castellano era un instrumento de movilidad social ascendente. Con el castellano llegarían más lejos que ellos con el valenciano y, a partir de la década de los sesenta, se encuentran con una propuesta para recuperar la lengua que ellos, con la ayuda activa del franquismo, habían decidido abandonar o relegar a aspectos no formales. Y, por tanto, reaccionaron en contra aprovechando el discurso de la identidad regional hegemónico contra el cual planteó Joan Fuster su propuesta valencianista”, concluye el sociólogo.

El valencianismo definido por Flor, en cambio, es el responsable de haber mantenido viva la lengua y gran parte de la identidad valenciana que durante años había sido relegada a lo folclórico. Hoy existen decenas de grupos de música que cantan en valenciano. También una nueva generación de periodistas que se organiza y crea sus propios medios en valenciano. Una red de asociaciones que llevan las muixerangues y todas las expresiones de cultura popular a cada pueblo. Artistas como Pep Gimeno ‘Botifarra’, que recupera canciones y dichos centenarios hasta ahora olvidados, y que aprendió escuchando y grabando a decenas de personas mayores de todos los rincones del país. Y así, un sinfín de iniciativas que se desarrollaron en la más absoluta independencia de los poderes públicos durante los más de 20 años de gobierno del PP. Sin embargo, toda esta red cultural, muestra de la perseverancia de miles de personas, no merece para algunos la etiqueta de valencianista.

Muchos de estos valencianos “traidores” estaban el 9 d’Octubre recibiendo insultos y escupitajos de esos a quienes Zoido sí llamó “valencianistas”. Más allá de su legítimo derecho a reivindicar sus postulados y su concepto de valencianidad, siempre por vías democráticas y no violentas, lo del 9 d’Octubre no fue más que una cacería contra el valencianismo progresista. Un acoso organizado y violento que hoy se instruye en los juzgados.

España debe enfrentarse consigo misma

España debe enfrentarse consigo misma, Miquel Ramos, NYT en español

España se exhibió el domingo al mundo de la peor manera que podría hacerlo.

De acuerdo con las autoridades catalanas, cerca de 900 personas que abarrotaban los colegios donde se votaba resultaron heridas por la acción de la policía en una embestida brutal que ha escandalizado al mundo, viendo la resistencia pacífica de quienes defendían las urnas. Más de dos millones de catalanes votaron, el 42 por ciento del censo, y 90 por ciento a favor de la república catalana. Lo hizo desde el jugador del FC Barcelona Gerard Piqué hasta Neus Català, superviviente del Holocausto, a sus 102 años de edad. La policía solo pudo parar la votación en algunos puntos concretos. Pero al alcanzar ese clímax, España ya había perdido a Cataluña.

Más allá del debate sobre la legitimidad de un referéndum no pactado entre Cataluña y España, la acción del gobierno de Mariano Rajoy ante esta crisis ha puesto en evidencia el grave y verdadero problema que arrastra el Estado desde 1978, cuando se aprobó la Constitución tras la muerte del dictador Francisco Franco. Fue reformada en 2011, en plena crisis económica, para modificar su artículo 135 con los votos del Partido Popular (PP) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) —de derecha y centro, respectivamente— para establecer como prioridad el pago de la deuda pública antes que cualquier otro gasto, una reforma que indignó a miles.

La Constitución fue aprobada en un momento excepcional, a pesar de un fascismo todavía activo y un Estado que se quería presentar como nuevo y democrático conservando las estructuras del que aspiraba a liquidar: la misma policía, algunos jueces, ministros y funcionarios del régimen franquista; sin juicios a los responsables de los crímenes de la dictadura, sin elección entre monarquía o república, con un rey impuesto por el dictador y ruido de sables por doquier.

Cuarenta años después, quienes tienen menos de sesenta años y no pudieron elegir, e incluso algunos de quienes votaron entonces, reclaman que se abra de una vez un debate. Partidos como el PSOE, Podemos, los distintos partidos nacionalistas o Ciudadanos ya se han mostrado dispuestos a empezar a debatir sobre ciertas reformas constitucionales, con posturas —eso sí— distintas sobre el modelo de Estado (monarquía o república), o la relación con las naciones que lo conforman.

Aunque no existe un consenso sobre los artículos que deberían ser objeto de revisión, el debate está sobre la mesa. Y ese es el problema del Estado desde 1978 que se evidenció estos días en Cataluña: la negativa a mirarse al espejo, a superarse a sí misma y a escuchar a sus ciudadanos. A lo largo de los últimos años, sobre todo tras el rechazo por parte del Tribunal Constitucional a la reforma del estatuto de autonomía catalán en 2010, el sentimiento independentista ha ido en aumento. Aunque quizá en un referéndum pactado con el Estado no hubiese ganado la opción independentista, gran parte de la ciudadanía hoy ya se muestra favorable a una consulta sobre el derecho a decidir.

Esconder o minimizar un conflicto político de tal magnitud nunca lo va a resolver. Permanece, se enquista, y al final estalla, como hemos visto desde hace tiempo con el tema catalán. A pesar del discurso que entonan al unísono PP y PSOE –quinta y tercera fuerza en Cataluña, respectivamente, muy por detrás de los partidos independentistas– y reforzado por todos los grandes medios de comunicación españoles, públicos y privados, basta con visitar Cataluña para darse cuenta de que existe una realidad bien distinta. La normalidad reina en las calles y la gente debate sin temor.

A quienes vivimos en España y conocemos Cataluña no nos sorprende el abismo que existe entre dos relatos completamente distintos. Tampoco que quienes se muestran contrarios a que Cataluña decida su futuro por sí misma, avalen la brutalidad policial de las últimas semanas pidiendo arrestossuspensión de la autonomía y ocupación militar. Es la obstinación que arrastra el Estado español desde hace décadas, la arrogancia de quienes ayer gritaron al futbolista del FC Barcelona “¡Piqué, cabrón, España es tu nación!”durante un entrenamiento, o quien hace alarde de su catalanofobia sin complejos ridiculizando a todo un pueblo que hace décadas que no se encuentra cómodo en este escenario.

La muestra de la torpeza de este Estado ante el conflicto no podía ser más gráfica: 15.000 policías ocuparon Cataluña, presentándose en pequeños pueblos que nunca habían visto a ningún agente antidisturbios en sus calles. Las imágenes de los agentes golpeando y disparando gases y balas de goma contra la población, arrancando urnas, rompiendo puertas a mazazos y arrastrando por los pelos a quienes se resistían pacíficamente marcarán para siempre a todo el pueblo catalán, y ya han empezado a despertar dudas e indignación en gran parte de ciudadanos del resto del territorio de España.

Oficiales de la Policía Nacional de España decomisan una urna de votación en un allanamiento a una clínica de salud durante el referéndum, el 1 de octubre, en Lérida, Cataluña. CreditAdria Ropero/European Pressphoto Agency

Así lo demuestran las enormes concentraciones que tuvieron lugar la tarde de domingo en ciudades como MadridValencia o Sevilla. El domingo Cataluña también estaba llena de observadores internacionales y de turistas que fueron testigos de lo que realmente sucedió y que contrarrestan el relato oficial, que defiende la actuación policial como proporcionada y afirma que los agredidos han sido los policías. Algunos ciudadanos mostraron su apoyo al gobierno y la policía concentrándose en las puertas de los cuarteles desde donde partían los agentes, ondeando banderas de España. También las principales ciudades de España han sido escenario de actos más o menos multitudinarios que reivindicaban la españolidad de Cataluña.

Cierto es que parte de la ciudadanía catalana tampoco considera legítimo el referéndum y que preferiría gestos por ambas partes para negociar una salida bilateral al conflicto. El gobierno español no ha mostrado ninguna disposición a negociar nada que implique la separación de Cataluña de España. El gobierno catalán, por su parte, ha decidido apoyarse en la mayoría parlamentaria de la que goza para forzar la maquinaria hasta el final y realizar este pulso simbólico con el Estado. Aunque ha sido siempre consciente de las dificultades para ofrecer una consulta con todas las garantías, ha conseguido sin duda elevar al plano internacional el conflicto y ganar todavía más adeptos a una consulta en Cataluña.

Así, el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha pedido que se investigue la violencia policial del domingo mientras el presidente catalán, Carles Puigdemont, ha anunciado que el proceso de desconexión de Cataluña respecto a España es irreversible. Hoy, mientras la huelga general contra la violencia policial ha sacado a miles de personas a las calles de Cataluña en enormes manifestaciones, el rey Felipe VI se dirigió a la ciudadanía para reafirmar que el único marco posible es la Constitución. El monarca siguió el guion del gobierno acusando de desleal al gobierno catalán. No hizo ninguna alusión al diálogo y, posiblemente, no haya convencido a los catalanes, que cada vez más se muestran ya no despreciados, sino atacados por el Estado.

España debería haber aprendido de las experiencias de Quebec y Escocia, pactando un referéndum con Cataluña. En ambos casos, los ciudadanos rechazaron la independencia, pero nadie pudo acusar a los Estados de no escuchar a sus ciudadanos. Debe ser capaz de ofrecer soluciones y descartar abiertamente el envío de tropas o la suspensión de los autogobiernos autonómicos. Urge una reforma constitucional a muchos niveles que actualice el diseño del Estado, en una sociedad que cambia muy rápidamente. Y el conflicto con Cataluña acaba de poner este reto sobre la mesa. Tanto algunas voces del PSOE como Podemos y la mayoría de partidos ya lo han pedido.

España tiene un gran problema, y este es ella misma: o lo afronta con valentía y con humildad, empieza a escuchar y abandona su arrogancia y su inmovilismo, o perderá una oportunidad histórica que quizá no tenga ya marcha atrás.

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Silencio mediático ante un acto multitudinario en Valencia sobre el referéndum

Miquel Ramos – 14 septiembre 2017 – La Marea 

Silencio mediático ante un acto multitudinario en Valencia sobre el referéndum

La Universitat de València se despertó llena de pintadas nazis el pasado miércoles. Nada que no hubiera pasado ya anteriormente, más aún cuando está a pocos metros del estadio Mestalla, una zona habitual de los ultras, que a menudo se divierten decorando las paredes de las facultades con toda clase de simbología fascista y amenazas. Esta vez, las pintadas estuvieron motivadas por el acto que tendría lugar por la tarde en la Facultad de Geografía e Historia, organizado por el sindicato de estudiantes AContracorrent, en el que estaban anunciados los diputados Josep Nuet, de Catalunya en Comú, y Anna Gabriel, de la CUP, y el periodista valenciano David Segarra.

“Tiro a Ana Gabriel”, “Ana Gabriel eres una puta”, “Muerte al traidor”, “Sieg Heil”, “CUP jamás bienvenidos”, “Fuera CUP” y “Viva España”. Todas estas pintadas alrededor del lugar del acto fueron reproducidas por varios medios de comunicación, atentos a la escalada de tensión entre el Estado y los que defienden el derecho a decidir de Cataluña. Todos los medios explicaron que las pintadas contra Gabriel eran la bienvenida que daba la extrema derecha a la charla de por la tarde. Las muestras de solidaridad llegaron de todas partes, algunas más tibias que otras, pero se habló del acto previsto. A priori. De lo que pasó después, del acto en sí, hoy, un día después, ni una palabra. Y no porque no hubiese prensa. Ni porque fuera un fracaso. Todo lo contrario.

Quien conoce un poco Valencia ciudad sabe que las acciones de la extrema derecha contra la izquierda y contra el independentismo son más que habituales, y han disfrutado de una impunidad sospechosa durante décadas desde la Transición. La conocida Batalla de València, que alargó y secuestró la transición valenciana más aún, se conoce poco fuera del País Valenciano, pero es uno de los ejemplos más evidentes de la virulencia y la impunidad de la extrema derecha en España, con la característica casi única de la catalanofobia. Sus víctimas han sido desde intelectuales considerados catalanistas, como partidos políticos, organizaciones, librerías, centros sociales, artistas, individuos e incluso las Universidades. Todos los que forman parte del supuesto plan imperialista catalán encarnado por los “traidores” valencianos que lo son solo por aceptar la unidad de la lengua catalana, esto es, que valencianos, catalanes y baleares hablamos el mismo idioma, un hecho sin ningún tipo de discusión filológica.

Da igual que esto no signifique una defensa de los Países Catalanes (la reivindicación de la unidad política de estos territorios),  ni siquiera la independencia. Reconocer la unidad de la lengua ya te ha convertido en catalanista en Valencia. Y a excepción de quienes señalan, el resto son todos catalanistas manipulados o vendidos al oro catalán. Esta persecución y acoso ha continuado hasta hoy en día, aunque la violencia ha disminuido considerablemente desde hace escasos cinco años hasta ahora. Es importante explicar esto porque sino no entenderemos la importancia y la excepcionalidad del acto de ayer y el silencio mediático al respecto.

Con los antecedentes expuestos, las pintadas provocaron un llamamiento a defender un acto que, lejos de ser un mitin del independentismo, pretendía dar voz a dos posiciones distintas respecto al proceso catalán, enmarcadas dentro del derecho a decidir que defendían ambos oradores, tanto Gabriel como Nuet. El sindicato que organizó el acto, AContracorrent, no es independentista. Está ligado a organizaciones de izquierdas, sí, pero el voto nacionalista en las universidades históricamente se ha dirigido hacia el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC) y el Bloc d’Estudiants Agermanats (BEA).

El hecho de que fuese AContracorrent quien organizó el acto era cuando menos una apuesta por el diálogo y por las ganas de escuchar las diferentes izquierdas que defienden el referéndum catalán. Y es que la Universidad y los estudiantes que la llenan quieren saber, escuchar y aprender. Parece lógico, pero hoy en día puede ser incluso objeto de amenazas y de denuncia, como es este caso. Aun así, a pesar de ello, la sala se llenó una hora antes del acto, y cerca de 200 personas se quedaron sin poder acceder por el aforo limitado. Entre el público había mayoritariamente estudiantes, pero también algunos profesores, diputados valencianos de distintos partidos, activistas sociales y grupos feministas que querían mostrar su apoyo a Anna Gabriel ante las amenazas recibidas.

Por otra parte, numerosas personas habían acudido solo para proteger el acto, sabiendo que no entrarían, pero permaneciendo en las puertas para evitar cualquier intento de agresión o boicot de la extrema derecha, como advertían las pintadas aparecidas por la mañana. Pero allí no vino nadie que no fuese a escuchar respetuosamente la charla. No aparecieron los grupos neonazis que hace 10 años se presentaban en cada acto tachado de catalanista, como lo hicieron reiteradas veces en la Universidad, pero también, incluso, en presentaciones de libros o en un concierto de Raimon en el Teatro Olympia. La charla de ayer se desarrolló con absoluta normalidad, y la sala estaba llena de periodistas que fueron testigos. Hoy, sin embargo, la mayoría de los medios presentes no explica nada de esto.

David Segarra, el periodista valenciano que compartía mesa con los diputados catalanes, trató de explicarlo in situ, consciente de la importancia de lo que se vivió ayer en Valencia: “Hemos derrotado al fascismo”. La sala estalló en aplausos. Entre el público, en segunda fila, estaba el padre de Guillem Agulló, militante independentista y antifascista asesinado en 1993 por un grupo neonazi. La sala gritó “Guillem Agulló, ni olvido ni perdón”, un grito vigente todavía casi 25 años después del crimen, un icono de la memoria colectiva de los valencianos conscientes del sangriento y constante embate de la extrema derecha en el País Valenciano. Efectivamente, si la extrema derecha tenía previsto hacer acto de presencia, no lo hizo, posiblemente al ver la gran cantidad de gente que desde una hora antes se había concentrado en las puertas de la Facultad.

La prensa ha silenciado todo esto, incluso el acto, en un contexto donde cualquier anécdota referida al proceso catalán se repite en todos los medios, más aún cuando es fuera de Cataluña. La noticia de ayer fue, en cambio, el acto que intentó hacer la CUP por la mañana en el centro de Valencia, que no estaba anunciado, por lo que no se convocó más que a la prensa, y que tan solo preveía la presencia de las diputadas Anna Gabriel y Mireia Vehí, acompañadas por representantes de la izquierda independentista de Valencia. Así, la noticia del diario más vendido en Valencia, el Levante-EMV, es “La CUP reduce su acto soberanista en Valencia por la presión policial“, refiriéndose a la lectura del manifiesto de la mañana, que terminó con la identificación de los presentes por parte de la Policía Nacional. Un acto que no fue anunciado ni que esperaba “ampliarse” de ninguna manera. Era un acto simbólico sin convocar a nadie más que la prensa.

El artículo habla también de las pintadas y resume en una frase el evento de la tarde, sin contar que la sala estaba llena y que 200 personas se quedaron en la puerta: “Por la tarde, la diputada Gabriel participó en un acto en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia”. Y ya está. Eso sí, dedica toda una página a la denuncia de un abogado y exlíder de la extrema derecha anticatalanista contra Gabriel, Nuet, AContracorrent y la Universidad por el acto.

El otro periódico más leído en Valencia, Las Provincias, ni siquiera habla del acto de la tarde, y se centra en la lectura del manifiesto de la mañana. “La Policía identifica a Anna Gabriel (CUP) en el acto a favor del referéndum catalán en la Plaza de la Virgen de Valencia celebrado sin autorización“. La información sobre las amenazas de muerte neonazis se diluye en medio de la noticia, que destaca el hecho de no tener permiso para el encuentro simbólico de la mañana.

Tampoco El País hace mención del acto de la tarde más allá de reproducir unas declaraciones de Anna Gabriel captadas por varios medios antes del debate en la Universidad. Con el titular “La CUP organiza actos de apoyo al referéndum en los Países Catalanes“, remarca el acto de la mañana y hace referencia a las pintadas nazis. Nada más. Por otra parte, ni Público, ni La Vanguardia, ni eldiario.es, que habían informado a primera hora de las pintadas nazis, han hecho ninguna referencia al acto.

El ABC, en cambio, sí que hace crónica de la charla, y dedica una noticia entera titulada “Un acto de la CUP en Valencia se reivindica como lucha contra el fascismo“, destacando las palabras anteriormente mencionadas del periodista valenciano David Segarra. La información explica que la sala estaba llena y que casi un centenar de personas se quedó fuera. También El Mundo, bajo el título “La CUP traslada a Valencia su mensaje independentista“, cuenta que “la Facultad de Historia presenta un importante lleno 40 minutos antes de empezar. El ambiente tenso durante toda la jornada con mensajes alertando de posibles altercados acabaron provocando un efecto llamada que colgó el cartel de aforo completo”. El recién estrenado periódico El Salto y el digital catalán Vilaweb también se hacen eco del acto y del simbolismo de haber llenado la sala ante las amenazas. “Acto multitudinario en Valencia sobre el referéndum“, titula VilawebEl Salto, por su parte, titula la noticia “Las amenazas fascistas no impiden los debates sobre el referéndum en València”. También El Temps, ha publicado la crónica “Odio fascista en València contra la CUP”. Ningún otro medio, ni valenciano, ni catalán ni español, explica nada más.

El silencio general en los medios respecto a este evento en Valencia, por la importancia simbólica que tiene, no es inocente. No hubo incidentes, como muchos medios que vinieron esperaban, y como venía siendo habitual desde la Transición. Más aún en el contexto actual, con el foco mediático en el proceso, y con las pintadas nazis que amenazaban a Anna Gabriel. El acto se pudo desarrollar tranquilamente, no pasó absolutamente nada más que un interesantísimo debate y una enorme solidaridad que desbordó todas las previsiones, y que muy posiblemente disuadió a los grupos de extrema derecha de hacer acto de presencia. Esta es, en mi opinión, la verdadera noticia, la sensación que muchos valencianos tuvieron ayer simultáneamente. Quizás se borra el contexto, inocente o conscientemente, porque no se ha sufrido así, o porque se sabe que es una victoria frente a la censura y la coacción del fascismo que hay que minimizar.

Por eso he considerado que debía escribir algo al respecto. Y sobre algo tan sencillo como un debate. En una Universidad, refugio de la razón y del aprendizaje. Donde debía ser. Y más aún si cabe, simbólicamente, se hizo en la sala que lleva el nombre del maestro de Sueca, Joan Fuster. Uno de los personajes más atacados y odiados por la extrema derecha, la misma extrema derecha que ayer trató una vez más de silenciar y atemorizar a los disidentes, y de impedir a los valencianos escuchar, debatir y aprender. Pero no lo consiguieron. Evidentemente, ayer fue una batalla ganada al fascismo.

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