Balas de goma para una democracia con mordaza

Faltaba menos de un mes para las elecciones generales de diciembre de 2015. Daniel tomó el micrófono en uno de esos programas sobre actualidad política que invitaba a los diferentes candidatos para que se sometieran en directo a las preguntas de los ciudadanos. ¿Usted qué opina de la Ley Mordaza? Preguntó Daniel. Pedro Sánchez no tardó ni un segundo en contestar: “Pues que la vamos a derogar nada más lleguemos al gobierno, de eso que no te quepa la menor duda.”

Cuando falta menos de un año para las elecciones generales, y con casi cuatro años ya de gobierno de coalición, la promesa del PSOE y Unidas Podemos se esfumó. EH Bildu y ERC llevaban tiempo advirtiendo de que no votarían a favor de la reforma si esta no contemplaba eliminar los artículos referentes a la desobediencia, las faltas de respeto a los agentes (que acaparan un tercio de las sanciones de la Ley Mordaza, y con las que el Estado ha ingresado cerca de 815 millones de euros), así como las pelotas de goma y las devoluciones en caliente, cuatro asuntos que el PSOE se niega a modificar, a pesar de sus promesas, y que las asociaciones de derechos humanos ven indispensable.

Patxi López, portavoz del PSOE, explicaba ayer en rueda de prensa que “todo lo que hacía que la ley de Seguridad se llamará “ley mordaza” estaba acordado”, y que “lo demás son excusas”, sacando de la ecuación las pelotas de goma, la desobediencia y las devoluciones en caliente. Ojo, las mismas devoluciones en caliente que el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, incluyó en su crítica a la Ley Mordaza durante la moción de censura a Mariano Rajoy. Sánchez prometió entonces la derogación urgente de aquellos artículos de la Ley Mordaza que “limitan desproporcionadamente” varios derechos, así como los que permiten la expulsión de extranjeros en la frontera “de forma arbitraria y sin derecho a tutela judicial efectiva”, esto es, las devoluciones en caliente.

Justo esta semana, Amnistía Internacional hacía público su último informe titulado My Eye Exploted, una investigación que documenta las mutilaciones y muertes a causa del uso de materiales antidisturbios como las balas de goma, cuyo uso se empeña en proteger el PSOE en nuestra legislación. En España, colectivos sociales y víctimas de estas armas consideradas no letales, llevan años protestando no solo por su uso, muchas veces imprudente e injustificado, sino por la impunidad que envuelve cualquier consecuencia. Desde la muerte de Iñigo Cabacas en 2012, la masacre del Tarajal en 2014 que acabó con varias personas muertas, hasta las decenas de ojos, testículos y otros órganos mutilados por estas armas. No solo pretenden que esas armas continúen formando parte del arsenal de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sino que se sigue asegurando la impunidad para quienes provoquen cualquier daño.

El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, presentaba también su último informe estos días, que incluía alusiones a diversas actuaciones policiales. En este, instaba a corregir la opacidad en las sanciones de la Ley Mordaza y los malos tratos policiales. No son pocas las actuaciones policiales cuestionadas durante esta legislatura, y que han quedado no solo impunes sino defendidas públicamente por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. La masacre de Melilla, el espionaje a diversos movimientos sociales, con abusos sexuales incluidos, las cargas policiales injustificadas,  los señalamientos de periodistas, las continuas exhibiciones públicas de simpatías por la ultraderecha de varios agentes o la difusión en sus chats de comentarios racistas, machistas y memes burlándose de sacar ojos a manifestantes.

El PSOE nunca quiso derogar la Ley Mordaza. Además de evitar el enfrentamiento con los elementos más reaccionarios de los cuerpos policiales, garantizar la impunidad para reprimir o solucionar cualquier asunto sin tener que dar demasiadas explicaciones es siempre una garantía para cualquier gobernante que estime más el poder que la democracia y los derechos civiles. Lamentablemente, la trampa del PSOE con la Ley Mordaza estaba clara de antemano: si no se acepta la reforma que deja fuera varios asuntos importantes, la culpa de que la norma permanezca es de quien se opone a tragar con esto. Si se vota a favor de la reforma con esos asuntos pendientes, los socios están tragando un nuevo sapo que pasa por encima de varios derechos civiles. O esto o nada. La trampa de siempre, la que al PSOE nunca le pasa factura, pero que destroza a cualquier izquierda que la sostenga. Una jugada habitual que hoy ya tiene a dos cabezas de turco: ERC y EH Bildu. El culpable no es quien incumple la promesa de derogar la ley, sino quien se niega a tragar con un maquillaje que mantiene aspectos graves y lesivos de la norma.

Por eso ya vemos a políticos de todo signo jugando a los titulares según convenga. Gamarra (PP) dice que su alianza con los sindicatos policiales ha impedido la derogación de la Ley Mordaza. La izquierda acusa al Gobierno de PSOE y Podemos de incumplir su promesa de derogarla. El PSOE culpa a sus socios de impedir la reforma por cuatro tonterías de nada. Podemos culpa al PSOE de no querer ir más allá, y a sus socios de no conformarse con lo que había.

“La nuestra es una sociedad democrática ya madura. Una sociedad que se rebela cuando la autoridad se ejerce de forma injusta y arbitraria. En esa conciencia civil reside la fuerza de nuestro país, y esa conciencia constituye, por cierto, un motivo más que justificado para derogar la Ley Mordaza. Un compromiso que quiero asumir de forma expresa con la Cámara”.  Esto es lo que decía Pedro Sánchez en el debate de investidura en 2019.

Y mientras, la ciudadanía se sigue arriesgando a sanciones indiscriminadas, a ser espiada por las autoridades por su actividad social y política, a ser encerrada en un CIE, deportada, expulsada en la frontera, torturada, incomunicada, acusada sin más pruebas que la versión policial, a que le saquen un ojo en una manifestación o a que sus derechos civiles sigan reducidos y los de las autoridades sean intocables e incuestionables. Gobierne quien gobierne, y cuenten los cuentos que quieran.

Si el PSOE no ha derogado esta Ley es porque nunca tuvo intención de hacerlo. Si dependía de los socios, entiendan que unos prefieran rascar algo, y otros no estén dispuestos a tragarse otro sapo y permitir con sus votos que sigan vigentes artículos que menoscaban derechos y libertades.

Por qué quiero que gane ‘Sin novedad en el frente’

Hace pocas semanas pudimos ver desfilar la excelente producción cinematográfica reciente en España en la gala de los Premios Goya. Joyas como As Bestas, En Los Márgenes, Alcarràs, Cinco Lobitos, Modelo 77 o Black Is Beltza II: Ainhoa nos han hecho no solo disfrutar y aprender, sino recordarnos que el cine sigue siendo de lo mejor que tenemos para contar nuestras historias, a pesar de todos los peros y contras que existen en la industria y las miserias que envuelven un negocio como otro cualquiera.

El cine sigue contándonos historias reales que suceden bien cerca, que nos hablan de nuestros vecinos y vecinas, de nosotros mismos y de lo que vivieron otras generaciones. Y además, si se lo proponen, son capaces de agitar la conciencia. Lo hemos visto este año cuando Olga Rodríguez y Juan Diego Bottonos hablan de desahucios y de redes vecinales, de cuidados y de empatías en su película En Los Márgenes. Un cine con héroes cotidianos que contrasta con los ídolos canallas y la violencia extrema que demasiadas veces coloniza la cartelera. Alberto Rodríguez nos habló de presos comunes y de sus luchas por la dignidad entre rejas y en plena Transición. De la COPEL, de torturas y de lucha de clases. Fermín Muguruza nos engancha con su banda sonora mientras nos pasea por las luchas políticas de la segunda mitad del siglo XX en medio mundo, nos explica el tráfico de drogas como arma del Estado contra las insurgencias y hasta del debate sobre la lucha armada en el Euskadi de los 80. Y Alauda Ruíz nos habló muy en serio de mujeres, de los hogares, de relaciones, de los cuidados y de todo lo que a menudo se le escapa a la gran mayoría mientras los hechos suceden cada día en su casa. Este año, nuestro cine venía cargado de mensaje, aunque a algunos les pasase desapercibido.

Esta noche llegan los Óscar, donde las películas de la mayor y más hegemónica industria cinematográfica presenta sus mejores obras. Los amantes del cine hemos vuelto a disfrutar con un auténtico Spielberg hablando de sí mismo y de su familia en Los Fabelman, un relato clásico y entrañable de su niñez, con especial mención a su madre y a las circunstancias que relata sin juicios ni prejuicios. Nos hemos reído con el ridículo altar desde donde los ricos se creen dioses en El Triángulo de la Tristeza y la venganza de la clase obrera que nos regala Ruben Östlund. Nos hemos quedado pegados a la silla con el trepidante montaje y el enorme despliegue de Babylon de Damien Chazelle, nos hemos asfixiado y hemos empatizado viendo a Brendan Fraser en La Ballena, y hemos escuchado a las mujeres de Ellas hablan debatir sobre cómo afrontar la situación de violencia sexual e impunidad que sufren, en un valiente film de Sarah Polley.

Thank you for watching

Sin embargo, una de las obras que, más allá de su excelente manufactura, quizás sea hoy más necesaria que nunca, es Sin novedad en el frente, de Edward Berger. Coincidía con varias amistades en el análisis y la preocupación ante la situación actual, con una nueva guerra bien cerca y en la que de nuevo nos han involucrado. Nos preocupa lo difícil que está siendo hoy ser pacifista sin que te llamen cómplice o equidistante. Atrapados entre quienes pretenden contribuir al conflicto enviando más armas y omitiendo cualquier solución que no sea una victoria militar, y los que justifican la invasión porque los otros lo hicieron mal. Mantenerse firme en los valores que siempre defendimos y que nos sacaron a las calles hace veinte años con la invasión de Irak está siendo agotador. ¿Qué ha pasado 20 años después para que hoy se haya esfumado el “No a la Guerra”, y pedir que actúen los organismos internacionales antes que las alianzas militares se haya convertido en motivo de desprecio?

Sin novedad en el frente te sacude de una manera tan brutal como real es lo que se cuenta de cualquier guerra. Cómo detrás de tanta épica no hay más que muerte y dolor. Cómo detrás de toda bandera y excusa hay una clase trabajadora que pone los muertos y unas élites que hacen cuentas y hablan entre ellas mientras mandan al matadero a su plebe. Detrás de toda ayuda y gesto institucional hay un doble rasero, una omisión deliberada de otros conflictos y un interés a largo plazo que va más allá de salvar vidas. Solo cabe esperar, tanto a principios del siglo XX como ahora, a que los mandatarios se cansen y decidan poner fin a esta sinrazón.

Es posible que la película pase desapercibida y se vaya de vacío, pues sería arriesgado promocionar el pacifismo en un momento en el que las industrias armamentísticas y energéticas de la mayor potencia mundial están haciendo buena caja con la guerra. No hay que olvidar que el cine es una herramienta más de propaganda, y aunque se cuelen pequeños rayos de sol entre tanta inmundicia, la industria cinematográfica no es ajena ni a las corporaciones ni a los gobiernos. Pero es cierto que el mero hecho de haberse colado entre las nominadas ya es algo.

Es de agradecer que, en una industria donde la violencia se convierte en entretenimiento, y donde se romantiza constantemente a los mafiosos, a los corruptos y a los sinvergüenzas, aparezca de repente, en medio de una guerra, una cinta que deje en evidencia la propaganda belicista. Por eso espero que gane y nos obligue a reflexionar sobre cómo hoy defender la paz, el diálogo y la diplomacia, como hicimos en 2004, está siendo tan jodidamente difícil.

Columna de opinión en Público, 11/03/2023

La batalla por lo obvio

La conquista del sentido común es siempre imprescindible para conquistar el poder político. La hegemonía cultural de la que hablaba Gramsci, la pugna por lo obvio es un terreno de juego donde todo es posible y nada es para siempre. Desde que la ultraderecha descarnada consiguió sus escaños y pasó a formar parte del juego, venimos hablando de batallas culturales que tratan de presentarnos la negación de derechos como algo negociable en democracia, y nos hemos llevado las manos a la cabeza viendo cómo, derechos y consensos mínimos, eran dinamitados sin piedad, como la reciente regresión en los derechos de las mujeres en los EEUU con las leyes de interrupción del embarazo, o el paso firme hacia el posfascismo de países como Hungría o Polonia.

Advertir del problema que supone la normalización del odio que representa la ultraderecha no nos debe impedir ver cómo muchos de aquellos que la usan como espantajo son en realidad quienes mejor la rentabilizan. Por una parte, presentándose como el tapón que evite entrar a los ultras. Por otra, como bien dijo su líder Santiago Abascal en una entrevista reciente, “ya hemos logrado un cambio cultural en España y que a la izquierda ahora el PP le parezca centrado. Debates vetados ahora se tienen”.

Pero algo semejante se está librando mucho más allá de la derecha, y no ahora, sino desde hace demasiados años ya como para no verles el pelo.  A la derecha la ves venir, y cada vez más, pero la venta de lo obvio por parte de quienes se creen todavía de izquierdas es un drama que la clase trabajadora y los colectivos diversos que la conforman están pagando cada vez más caro.

Decía Pedro Sánchez que la OTAN es una garantía para la paz, que “pertenecer a la OTAN es fundamental para garantizar lo que somos, nuestro modo de vida, nuestra estabilidad y el futuro de las generaciones próximas”. No es la primera vez que se habla de ‘modo’ o ‘estilo de vida’ desde la fortaleza europea, y con decenas de cadáveres de personas que intentaban llegar, enterrados en una fosa común a escasa distancia de nuestra frontera. Ya lo hizo Borrell en 2019 cuando afirmó que la inmigración es el disolvente más grave que tiene hoy la Unión Europea”, mientras el mediterráneo se tragaba miles de personas que trataban de llegar a Europa. Nuestro estilo de vida permanece porque miles de negros y pobres mueren. Igual que hace 500 años.

Esto es en realidad una vuelta de tuerca más a eso obvio que decíamos al principio, ese sentido común cada vez más disputado y secuestrado por las necropolíticas neoliberales. El mismo año que Borrell vomitó citada estupidez, Ursula von der Leyen fue duramente criticada tras colocar bajo la vicepresidencia de Protección del estilo de vida Europeo comisarías relacionadas con la migración. “Unas fronteras fuertes y un nuevo comienzo en materia de migración” era el lema. “Toda persona tiene derecho a sentirse segura en su propio hogar”. “Fronteras exteriores fuertes”. “Proteger el estilo de vida europeo”. Todo bien junto. El marco de la extrema derecha, relacionando inseguridad con inmigración, y contraponiendo ‘estilo de vida europeo’ a personas migrantes.  Y entonces, Marine Le Pen se colgó la medalla: “Se ven obligados a reconocer que la inmigración plantea la cuestión de mantener nuestro modo de vida”, afirmó la ultraderechista. Por eso, las palabras de Pedro Sánchez, con los cadáveres de Melilla sobre la mesa y tras sus crueles e inhumanas declaraciones sobre lo ‘bien resuelto’ que estuvo el tema, no desentonan nada con las medallas que se pone la extrema derecha incluso cuando no participa.

Mientras, produce auténtica vergüenza ajena ver cómo los mandatarios de la OTAN y sus consortes son tratados como si fueran estrellas de Hollywood. Los medios hacen reportajes sobre las habitaciones de 18.000€ la noche en hoteles de lujo y sus comilonas obscenas. Y sobre el despliegue policial sin precedentes en Madrid, para mostrar al resto del mundo lo preparada y bien armada que está nuestra policía. Esto, no solo ha trastocado la vida diaria de los ciudadanos sino que está suponiendo un recorte en derechos y libertades para cualquiera, y más todavía para quien pretenda ejercer su legítimo derecho a la protesta, como hemos visto estos días anulando incluso el derecho de manifestación. Todo para que los amos del mundo se coman tranquilos sus ostras y decidan cuanto quitan de educación y sanidad para comprar misiles, barcos y aviones de guerra.

Jill, la esposa de Joe Biden, visitaba un centro de refugiados ucranianos para la típica foto caritativa que las estrellas y hasta los dictadores se hacen alguna vez con personas bien jodidas por algo. Creo que no fui el único que pensó que bien podría haber visitado en Melilla a los supervivientes de la masacre de este fin de semana. Y si es que le quedaba lejos, pásese usted por un CIE. En realidad, no hace falta, porque en su país hay también muros y alambres y cadáveres en las fronteras, como los hallados hoy en un camión abandonado en Texas, con los cuerpos de hasta cincuenta personas migrantes. Como en todos los países de la OTAN que hoy se muestran ante el mundo como los garantes de la paz y de los derechos humanos. La despensa de las vidas sin valor. Nuestro modo de vida.

Con este circo, cuya batuta siempre la llevan los EEUU, pretenden que aumentemos el gasto militar y nos sigamos subordinando a sus intereses haciéndonos creer que son también los nuestros. Todos apretando el culo a ver si dicen algo de Ceuta y Melilla y lo convierten en un asunto corporativo, así España pueda delegar parte de su responsabilidad como ya ha hecho con Marruecos (y la UE con Turquía) externalizando su frontera y dejando que sean sus gendarmes quienes maten a los negros que España y Europa no quiere ni ver. Incluso les permitimos cruzar un poco la frontera para que les den más leña y los devuelvan al otro lado del muro.

Hay que reconocer también el mérito de haber conseguido instaurar un relativo consenso, incluso en personas que se consideran progresistas, en el que quienes nos mantenemos firmes en nuestra defensa de los derechos humanos y nuestro rechazo a la Europa Fortaleza, a las guerras y a la militarización de la política somos tachados de ‘buenistas’ como poco. Defender el derecho humano a migrar, sus vidas y sus derechos, es hoy también ‘buenismo’, frente a la bandera de lo pragmático que sugiere que estas personas que huyen de las guerras y la pobreza se esperen en N’Djamena o en Trípoli a ver si sale alguna oferta en Infojobs para recoger fresas en Huelva. Seguro que desde allí pueden tramitar una solicitud de asilo o formalizar un contrato de trabajo.

La batalla por el relato es bien jodida si no peleas en igualdad de condiciones. Las élites ya se preocuparon desde el nacimiento del periodismo por comprar las principales cabeceras y repartirse los canales y las radiofrecuencias, controlando así casi la totalidad de la información. Lo obvio, a menudo, trasciende lo que la mayoría de los medios nos trata de imponer, pero cuesta mantenerse firme cuando la ofensiva es tan brutal. Quizás sea el tiempo el que nos muestre donde estaba la virtud entre tanto ruido, tanta sangre y tanta incertidumbre.

Hoy, defender la paz, oponerse a una organización imperialista como la OTAN (sin que eso implique justificar otros imperialismos como el ruso), y a los muros de Occidente es la posición más jodida, pero quizás la más coherente. Los abusos de otros matones no hacen bueno al matón de nuestro barrio. Pero esto es parte de la batalla por lo obvio. Y a algunos nos sigue resultando obvio defender los derechos humanos frente al odio, la guerra o las fronteras.

Columna de Miquel Ramos en Público, 29/06/2022

La Base #29 – Nazis en guerra

Analizamos el auge de la extrema derecha y de los grupos armados nazis, tanto en Ucrania como en Rusia, en el contexto de la invasión y la guerra. Entrevistamos a Serguei, un militante anarquista ucraniano que participa en las tareas de apoyo logístico al Batallón Antiautoritario, milicia que combate al ejército ruso, y le preguntamos por la presencia de nazis como los del Batallón Azov en las Fuerzas Armadas ucranianas. Conectamos con Jairo Vargas durante su traslado de Jarkov a Kiev después de haber cubierto los bombardeos y combates en la ciudad. Entrevistamos al periodista Miquel Ramos, especialista en la ultraderecha europea.

Guerra en Europa: vuelve el fantasma nazi

Entrevista en Carne Cruda: Análisis del papel de los grupos de ultraderecha y neonazis desde Ucrania al tablero global.

El desmoronamiento de la URSS y la reciente crisis económica global han creado un caldo de cultivo ideal para la proliferación de grupos neofascistas.

Desde que comenzó la guerra de Ucrania hay toda una corriente de discursos en torno al resurgir de tendencias ultranacionalistas. En Carne Cruda analizamos cómo el fantasma del ultranacionalismo vuelve a despertar en Europa y sus delirios nos retrotraen a una época oscura. Hablamos de las conexiones con la ultraderecha que pone de manifiesto esta guerra alimentada con proclamas patrióticas desde el ejército a las instituciones. Desde Ucrania al tablero global.

¿Hay nazis en Ucrania?, ¿más que en Rusia o que en otros países? ¿Qué conexiones tienen con las instituciones? ¿Quiénes eran los amigos de Putin antes de todo esto?¿Cómo operan los grupos neofascistas en Rusia? ¿Qué lazos existen con la ultraderecha y qué papel tienen en este conflicto? 

Lo analizamos con el historiador Steven Forti, autor de ‘Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla’; con el periodista Miquel Ramos que desde hace años se dedica a monitorizar a la extrema derecha y que lo contextualiza en el conflicto ucraniano; y Miriam González, periodista especializada en espacio postsoviético.

Hablamos también con el periodista Antonio Maestre de las conexiones nazis del gobierno de Putin y resumimos las particularidades del batallón Azov en Ucrania y cuánto hay de bulo y de verdad sobre su papel en el conflicto.