Balas de goma para una democracia con mordaza

Faltaba menos de un mes para las elecciones generales de diciembre de 2015. Daniel tomó el micrófono en uno de esos programas sobre actualidad política que invitaba a los diferentes candidatos para que se sometieran en directo a las preguntas de los ciudadanos. ¿Usted qué opina de la Ley Mordaza? Preguntó Daniel. Pedro Sánchez no tardó ni un segundo en contestar: “Pues que la vamos a derogar nada más lleguemos al gobierno, de eso que no te quepa la menor duda.”

Cuando falta menos de un año para las elecciones generales, y con casi cuatro años ya de gobierno de coalición, la promesa del PSOE y Unidas Podemos se esfumó. EH Bildu y ERC llevaban tiempo advirtiendo de que no votarían a favor de la reforma si esta no contemplaba eliminar los artículos referentes a la desobediencia, las faltas de respeto a los agentes (que acaparan un tercio de las sanciones de la Ley Mordaza, y con las que el Estado ha ingresado cerca de 815 millones de euros), así como las pelotas de goma y las devoluciones en caliente, cuatro asuntos que el PSOE se niega a modificar, a pesar de sus promesas, y que las asociaciones de derechos humanos ven indispensable.

Patxi López, portavoz del PSOE, explicaba ayer en rueda de prensa que “todo lo que hacía que la ley de Seguridad se llamará “ley mordaza” estaba acordado”, y que “lo demás son excusas”, sacando de la ecuación las pelotas de goma, la desobediencia y las devoluciones en caliente. Ojo, las mismas devoluciones en caliente que el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, incluyó en su crítica a la Ley Mordaza durante la moción de censura a Mariano Rajoy. Sánchez prometió entonces la derogación urgente de aquellos artículos de la Ley Mordaza que “limitan desproporcionadamente” varios derechos, así como los que permiten la expulsión de extranjeros en la frontera “de forma arbitraria y sin derecho a tutela judicial efectiva”, esto es, las devoluciones en caliente.

Justo esta semana, Amnistía Internacional hacía público su último informe titulado My Eye Exploted, una investigación que documenta las mutilaciones y muertes a causa del uso de materiales antidisturbios como las balas de goma, cuyo uso se empeña en proteger el PSOE en nuestra legislación. En España, colectivos sociales y víctimas de estas armas consideradas no letales, llevan años protestando no solo por su uso, muchas veces imprudente e injustificado, sino por la impunidad que envuelve cualquier consecuencia. Desde la muerte de Iñigo Cabacas en 2012, la masacre del Tarajal en 2014 que acabó con varias personas muertas, hasta las decenas de ojos, testículos y otros órganos mutilados por estas armas. No solo pretenden que esas armas continúen formando parte del arsenal de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sino que se sigue asegurando la impunidad para quienes provoquen cualquier daño.

El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, presentaba también su último informe estos días, que incluía alusiones a diversas actuaciones policiales. En este, instaba a corregir la opacidad en las sanciones de la Ley Mordaza y los malos tratos policiales. No son pocas las actuaciones policiales cuestionadas durante esta legislatura, y que han quedado no solo impunes sino defendidas públicamente por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. La masacre de Melilla, el espionaje a diversos movimientos sociales, con abusos sexuales incluidos, las cargas policiales injustificadas,  los señalamientos de periodistas, las continuas exhibiciones públicas de simpatías por la ultraderecha de varios agentes o la difusión en sus chats de comentarios racistas, machistas y memes burlándose de sacar ojos a manifestantes.

El PSOE nunca quiso derogar la Ley Mordaza. Además de evitar el enfrentamiento con los elementos más reaccionarios de los cuerpos policiales, garantizar la impunidad para reprimir o solucionar cualquier asunto sin tener que dar demasiadas explicaciones es siempre una garantía para cualquier gobernante que estime más el poder que la democracia y los derechos civiles. Lamentablemente, la trampa del PSOE con la Ley Mordaza estaba clara de antemano: si no se acepta la reforma que deja fuera varios asuntos importantes, la culpa de que la norma permanezca es de quien se opone a tragar con esto. Si se vota a favor de la reforma con esos asuntos pendientes, los socios están tragando un nuevo sapo que pasa por encima de varios derechos civiles. O esto o nada. La trampa de siempre, la que al PSOE nunca le pasa factura, pero que destroza a cualquier izquierda que la sostenga. Una jugada habitual que hoy ya tiene a dos cabezas de turco: ERC y EH Bildu. El culpable no es quien incumple la promesa de derogar la ley, sino quien se niega a tragar con un maquillaje que mantiene aspectos graves y lesivos de la norma.

Por eso ya vemos a políticos de todo signo jugando a los titulares según convenga. Gamarra (PP) dice que su alianza con los sindicatos policiales ha impedido la derogación de la Ley Mordaza. La izquierda acusa al Gobierno de PSOE y Podemos de incumplir su promesa de derogarla. El PSOE culpa a sus socios de impedir la reforma por cuatro tonterías de nada. Podemos culpa al PSOE de no querer ir más allá, y a sus socios de no conformarse con lo que había.

“La nuestra es una sociedad democrática ya madura. Una sociedad que se rebela cuando la autoridad se ejerce de forma injusta y arbitraria. En esa conciencia civil reside la fuerza de nuestro país, y esa conciencia constituye, por cierto, un motivo más que justificado para derogar la Ley Mordaza. Un compromiso que quiero asumir de forma expresa con la Cámara”.  Esto es lo que decía Pedro Sánchez en el debate de investidura en 2019.

Y mientras, la ciudadanía se sigue arriesgando a sanciones indiscriminadas, a ser espiada por las autoridades por su actividad social y política, a ser encerrada en un CIE, deportada, expulsada en la frontera, torturada, incomunicada, acusada sin más pruebas que la versión policial, a que le saquen un ojo en una manifestación o a que sus derechos civiles sigan reducidos y los de las autoridades sean intocables e incuestionables. Gobierne quien gobierne, y cuenten los cuentos que quieran.

Si el PSOE no ha derogado esta Ley es porque nunca tuvo intención de hacerlo. Si dependía de los socios, entiendan que unos prefieran rascar algo, y otros no estén dispuestos a tragarse otro sapo y permitir con sus votos que sigan vigentes artículos que menoscaban derechos y libertades.

Ressenya de Lorena Pérez del llibre ‘Antifeixistes’ al Diari La Veu

«És un error creure que la memòria té a veure amb el passat. És una especialitat espanyola. La memòria té a veure amb el present, perquè si no sabem qui som, no sabem qui volem ser. I té a veure amb el futur, si no tenim identitat com podrem viure»

Mentre llegia Antifeixistes, de Miquel Ramos, em venia al cap aquesta frase d’Almudena Grandes. Per què a l’estat espanyol hi ha tant de problema amb la Memòria Històrica?

Miquel Ramos, periodista especialitzat en l’estudi de l’extrema dreta i els moviments socials, ens presenta una investigació que va nàixer quan tan sols tenia catorze anys. Aquell dia va retallar el seu primer titular després de la història que li va contar el seu professor: havien «matat Guillem (Agulló) per odi, per ser antifeixista». Aquest «assumpte personal» que declara en el primer capítol, serà el punt de partida d’una extensa recopilació de testimoniatges, d’articles i cròniques periodístiques i polítiques que ha anat recollint durant els últims trenta anys. I és, si volem, el punt de partida de la nostra pròpia confessió: fins on coneixem el feixisme? On pensem que està? D’on ix? En quina mesura té a veure amb el poder actual?

Aquest llibre no és només una investigació periodística sobre el feixisme espanyol i els moviments antifeixistes que li han plantat cara aquests últims quaranta anys, sinó també una història sobre les estructures de poder, el control de la narrativa i la resposta de la societat. És una investigació que respon els dubtes del context actual: d’on ve l’ultradreta instal·lada en el congrés dels diputats, com s’han anat blanquejant des de la dictadura fins als nostres dies, per què la inacció durant dècades dels cossos de seguretat de l’estat, de la fiscalia i dels tribunals respecte a les investigacions i seguiments al feixisme, i com els grups antifeixistes de barri s’han hagut d’organitzar. Sense oblidar el paper dels mitjans de comunicació a l’hora de crear el consens col·lectiu de criminalització dels moviments socials.

Quan un llibre et parla d’una línia de conflicte com és el feixisme i la Memòria Històrica, és difícil acostar-se a la lectura sense prejudicis o idees preconcebudes. Però a vegades està bé escoltar altres veus per a eixir dels marcs endogàmics que els nostres propis privilegis han anat construint en defensa de la individualitat i en detriment del col·lectiu. Amb altres paraules ho va vindre a dir Martin Niemöller:

Quan els nazis van vindre a buscar els comunistes, vaig guardar silenci, perquè jo no era comunista. Quan van empresonar els socialdemòcrates, vaig guardar silenci, perquè jo no era socialdemòcrata. Quan van vindre a buscar els sindicalistes, no vaig protestar, perquè jo no era sindicalista. Quan van vindre a buscar els jueus, no vaig protestar, perquè jo no era jueu. Quan van vindre a buscar-me, no hi havia ningú més que poguera protestar

No guardeu silenci i comenceu aquesta lectura pel capítol que més connecte amb la vostra realitat. Podeu acostar-vos des de l’enfocament universal de la mirada d’una mare, en aquest cas la de Carlos Palomino, que va començar a encapçalar les manifestacions antifeixistes després de l’assassinat del seu fill i el tracte degradant que va rebre per part dels mitjans de comunicació. O des del futbol i com l’ultradreta va agafar ales des d’algunes de les seues graderies, o pot ser que tingueu curiositat per «la ressaca franquista» de la qual parla Ramos en el capítol dos, on ens remarca la importància del periodisme independent amb la història de com Soledad Gallego –directora d’El País del 2018 al 2020– i José Luis Martínez van localitzar la caserna general del terrorisme neofeixista internacional a Madrid.

Antifeixistes obri diversos debats que apel·len a la convivència: es poden defensar els drets humans i no ser antifeixista? Quins són els matisos entre delicte d’odi i llibertat d’expressió? Si l’estat no respon contra el feixisme, quins són els límits de l’autodefensa? Quan es converteix en violència?

Miquel Ramos ens exposa en cada capítol, sota cadascun dels temes que componen aquesta investigació, les veus en primera persona dels qui han sigut silenciats i han patit la violència directa de la ultradreta. Ens alerta de la seua transformació, de com han canviat la seua aparença i diàleg: «el problema de l’extrema dreta va més enllà dels banderes que enarboren uns o altres, perquè es tracta d’una infecció en el sentit comú de la gent». Ens parla de les connivències que tenen amb els cossos de seguretat de l’estat, els mitjans de comunicació i el poder. I sobretot ens deixa clar que només el col·lectiu, aqueix treball anònim constant de barri que escolta i no deixa ningú arrere, és la millor eina pedagògica per a arrancar la xenofòbia, el masclisme, el racisme i l’autoritarisme de les institucions i per a la convivència.

Com diu en el pròleg Pastora Filigrana García, advocada laborista i activista pels drets humans dels gitanos: «Ens enfrontem a un mateix monstre amb mil caps que mereix ser respost a tots els terrenys: als tribunals, a les acadèmies, als mitjans de comunicació, a les institucions i als carrers. Ací no sobra ningú i hi ha feina per a totes».

Paga a un rojipardo para que te felicite el cumpleaños

Celebra tu cumpleaños, graduaciones e incluso las fiestas con un video personalizado. Hay estrellas de la tele, influencers, futbolistas, actores, músicos y los llamados emprendedores. Unos por 15 dólares y otros por 200, te envían un vídeo para que fardes con tus colegas. Uno de los que ofrece este producto es un supuesto filósofo marxista, que no hace mucho era promocionado en España tras la publicación de su último libro, criticando el turbocapitalismo y el hedonismo, reivindicando la familia tradicional y cargando una vez más contra la izquierda ‘arcoiris’.

“Generación Erasmus, rasta en el pelo, odio al pueblo, nihilismo hedonista, neoprogresismo liberal, fucsia y arcoiris. Una juventud sin esperanza.” Así definía en un tuit este autodenominado filósofo marxista a Carola Rackete, capitana del barco Sea Watch 3, que rescataba personas migrantes de morir ahogadas en el mar y que fue detenida por desembarcar en Lampedusa a varias personas rescatadas en junio de 2019. Lo recordé ayer mientras los informativos reproducían las imágenes de los cuerpos de decenas de náufragos en Calabria y alertaban sobre el nuevo decreto de la neofascista Meloni, hoy primera ministra de Italia, contra los barcos de rescate.

Horas más tarde me encontraría con la web en la que este supuesto marxista ofrecía un video personalizado por 60 dólares para felicitarte el cumpleaños.

El barco Geo Barents de Médicos Sin Fronteras lleva días inmovilizado en el puerto italiano de Ancona. El decreto recién aprobado del gobierno ultraderechista de Giorgia Meloni contra el rescate de personas en el mar obliga a estos barcos a desembarcar en puertos lejanos de las zonas de rescate, alejándolos de las zonas calientes por donde cruzan las personas de África a Europa, dejando así a su suerte a los que esos días se embarquen para atravesar esa fosa común que es hoy el mediterráneo.

Hay muchos más desaparecidos a orillas del mediterráneo. Se calcula que son más de 23.000 las personas que perdieron la vida en esta travesía desde 2014. La jurista y politóloga Irene Graíño nos ofrecía ayer en estas páginas un duro e imprescindible reportaje sobre las mortales políticas migratorias europeas y la insultante indolencia y complicidad de nuestros gobernantes. A ello hay que añadir la complicidad, por qué no decirlo, de una parte de la ciudadanía que no solo avala esta necropolítica, sino que compra la chatarra racista y supremacista de los charlatanes que la refuerzan, aunque estos se disfracen de izquierdistas para hablar exactamente igual que un fascista.

Diego Fusaro, el supuesto filósofo marxista que insultaba a Carola Rackete ha pasado recientemente por España, arropado por alumnos y participantes habituales de los think tanks de Le Pen y de Vox (ISSEP y Disenso). Quienes llevan años promocionando y reivindicándolo, se fotografiaron con él en Madrid tras presentar su último libro. Este ha sido publicado por El Viejo Topo, la revista que un día fue referencia para la izquierda y que hoy nos ofrece este caramelo envenenado. Cuando estuvo en Barcelona hace pocos años ya reunió entre el público a algunos que siguen llamándose marxistas y a conocidos nazi-fascistas del sector nacional-bolchevique. Los mismos que llevan años trayendo a Alexandr Dugin a España y traduciendo sus obras al español. No era de extrañar que estos encontraran en Fusaro un nuevo caballo de Troya. Algo que ya llevaban tiempo haciendo los nazis italianos de Casa Pound invitando a Fusaro a dar charlas sobre Marx y a escribir en su periódico Il Primato Nazionale. El fascismo siempre ha tratado de confundir a los revolucionarios usurpando parte del imaginario y la retórica izquierdista, y a pesar de ello, hay quienes todavía no solo pican, sino que colaboran a sabiendas.

El personaje no tiene prácticamente relevancia en la izquierda, a pesar de lo que los medios de derechas quieran, y por lo que se empeñan insistentemente en promocionarlo. Son conscientes de que este y otros personajes les son útiles para abrir brecha en sus enemigos, insertando marcos propios en terreno hostil bajo la apariencia de izquierdismo, y zumbando sin cesar al resto de izquierdas. Para ello retuercen a su conveniencia los textos marxistas que, sacados de contexto o directamente manipulados, pueden encajar en su cruzada rojiparda. Lo advirtió la periodista catalana Alba Sidera hace años en un brillante artículo titulado Fusaro como síntoma, cuando empezó a ver cómo cierta izquierda española se postraba ante este sujeto:

“La extrema derecha en Europa tiene hoy por hoy dos grandes objetivos. Ambos se encuentran en el eje del discurso de Fusaro. Uno es contraponer los derechos sociales a los civiles: si los trabajadores sufren malas condiciones laborales es porque la izquierda solo se ocupa de los derechos de las mujeres y la comunidad LGTBI. El siguiente paso es suprimir estos derechos. El segundo objetivo es contraponer los últimos (inmigrantes) a los penúltimos (clase trabajadora).”

Por suerte, estos son prácticamente irrelevantes más allá de sus burbujas en internet y en los medios derechistas que los promocionan, a pesar del ruido que hacen y de sus constantes e insistentes provocaciones. Lo que pasa es que, al final, el personaje acaba devorando a la persona. “El capital quiere ver en todo sitio átomos de consumo, anulando toda forma de comunidad solidaria extraña al nexo mercantil“, decía Fusaro en uno de sus textos. Y no hay mejor señal para cerciorarse de ello que ver cómo él mismo pasa de un día a otro de criticar el turbocapitalismo y el nihilismo hedonista, a vender felicitaciones de cumpleaños junto a protagonistas de reality shows.

Mientras, los barcos de rescate siguen sorteando las trabas que siguen poniendo tanto el gobierno ultraderechista de Meloni como la propia UE para salvar vidas. La ausencia de vías seguras para las personas que huyen de las guerras fuera de Europa sigue haciendo necesaria la labor de quienes huyen de la retórica para demostrar su humanidad y su solidaridad con hechos. Aquellos a los que acusan de fucsias y arcoíris se juegan la vida salvando otras vidas en el mar y desafiando al sistema, mientras que quienes los tratan de ridiculizar, monetizan su odio y su compadreo con los fascistas.

Columna de opinión en Público, 01/03/2023

El circo de Olona

El efecto de varios espejos multiplicando la imagen de la entrevistada definió bastante acertadamente al personaje, y a la extrema derecha en sí. Macarena Olona, la ex diputada de Vox, interpretó un papel que lleva tiempo ensayando y testando en redes sociales, buscando precisamente la atención que recibió el pasado domingo cuando Jordi Évole la entrevistó en su programa. Lejos de conseguir esa redención pretendida, su papel quedó atrapado entre dos posibles excusas: si sabía lo que había y lo toleró hasta que la defenestraron, esto es puro ego y venganza. Si no sabía donde estaba desde hacía años, es simplemente una ignorante. Ninguno de estos dos papeles le va bien a ningún candidato para cualquier apuesta política. Y ella sola se atrapó entre esos márgenes.

Hasta una excompañera de partido, la mallorquina Malena Contestí, que presentó su dimisión en 2019, le recordaba públicamente que entonces la llamó traidora por denunciar ‘el insulto constante (…) demagogia, homofobia y extremismos varios’. En su carta de dimisión, hecha pública, Contestí señalaba que ‘una foto con la bandera del movimiento gay es motivo de expulsión del partido’, y que la formación ‘manipula la realidad para vincular directamente el terrorismo con la inmigración’. Que criminaliza a la mujer ‘que pasa por el trauma de abortar, sin atender a sus circunstancias, dirigiéndose a la posibilidad incluso de estatalizar a los niños, o irrumpiendo en minutos de silencio con pancartas políticas’. ‘Vox no es un partido político. Vox es un “movimiento” extremista y antisistema’, remata la exdiputada. Nada de esto, sin embargo, se atrevió a explicar Olona, mucho más metida que Contestí en las entrañas del partido al que ahora renuncia.

Aunque la ultraderechista no anunció ningún proyecto político, es obvio que algo trama cuando sigue reclamando atención desde el día en que abandonó el partido en el que se popularizó. Es consciente que el espacio al que perteneció deja poco margen para un calco que compita con la marca ya consolidada que es hoy Vox, esa ultraderecha que por fin logró despegarse del partido que había atrapado todo el espectro de la derecha desde su fundación, el PP. Las múltiples siglas que trataron durante años de liderar este nicho ideológico habían sido demasiado cutres y nunca supieron superar las rencillas personales entre sus líderes ni deshacerse de la caspa y el nazifascismo que las envolvían. Tras la ofensiva reaccionaria que empezó a gestarse veinte años atrás, las múltiples plataformas, fundaciones, think tanks, medios de comunicación y chiringuitos varios que el propio PP alimentó, apoyó y trató de rentabilizar, este sector ultraderechista terminó por despegarse, orgánica y espiritualmente del partido, y empezó a trabajar para conquistar tan deseado espacio ya consolidado en otros países de Europa.

Conocer la trayectoria de las derechas españolas es fundamental para entender el presente y la reconfiguración de este espacio político, sus vaivenes, sus condicionantes y su diversidad. La ‘derechita cobarde’ señalada por Vox no es más que aquella que, una vez gobierna, no se atreve a revertir determinadas políticas aprobadas por gobiernos socialdemócratas, sobre todo en materia de igualdad: matrimonio igualitario, ley del aborto y otras tantas conquistas hechas ley que, revirtiéndolas, tendrían un alto coste político para cualquiera, incluso para quienes tratan de abanderar lo que llaman centroderecha. Esto, según el mantra ultra, es el ‘marxismo cultural’ o la ‘dictadura progre’ o de lo ‘políticamente correcto’, que ha acabado, dicen, por impregnar incluso a los derechistas. Y en esto consiste lo que llamamos batalla cultural: en tratar de derribar esos consensos en materia de derechos y presentar la regresión no solo como algo legítimo sino como un imperativo para proteger a ‘los niños’, ‘la patria’, ‘la civilización occidental’ o cualquier otro rehén que sugiera que solo ellos serán sus salvadores.

Sin embargo, no todas las ultraderechas ni todos los contextos son iguales. Entender la diversidad dentro de la ultraderecha, a pesar de sus elementos básicos compartidos, impedirá que incautos y desinformados no la identifiquen cuando les cuelen alguna de sus campañas que estimulan prejuicios transversales que atraviesan a gran parte de la sociedad, como el racismo, el machismo, la LGTBIfobia o la islamofobia. Es decir, que la ultraderecha sabe explotar estos prejuicios que muchos de los que no se identifican con la ultraderecha, también comparten.

Olona ha empezado ya a picar de otra cesta, poco explotada por Vox hasta ahora, pero ya probada e instalada en otros países de nuestro entorno. En un momento de la entrevista con Évole se atrevió a llamarse ‘feminista’, y como otras ultraderechas ya han hecho, LGTBIfriendly, esto es, partidaria de los derechos LGTBI y condenando públicamente la LGTBIfobia. Nada nuevo para quienes llevan años investigando a la ultraderecha. Lo hizo Pim Fortuyn, el líder ultraderechista neerlandés que se declaraba abiertamente homosexual, y que hace ya más de veinte años identificaba la homofobia con las personas migrantes, sobre todo musulmanas. Lo mismo que Alice Wiedel en el partido ultraderechista alemán AfD (Alternativa por Alemania), que usa su orientación sexual y su matrimonio con una mujer de origen migrante para esquivar las acusaciones de racismo cuando señala a las personas migrantes y musulmanas de todos los problemas de machismo, homofobia y seguridad en el país. Algo que también ha esgrimido Marine Le Pen, sin ser ella homosexual, pero erigiéndose como defensora de sus derechos, amenazados, según ella, por migrantes y musulmanes. Esta estrategia consiguió captar el voto de una gran parte del colectivo homosexual en 2019 en Francia, llegando a alcanzar el 22% de este colectivo, según un estudio del Instituto Francés de la Opinión Pública.

Aunque Vox tiene también algún que otro personaje que trata de explotar esta estrategia de escudo contra los viejos estigmas de la ultraderecha, es un terreno todavía poco afianzado en el partido. Esto es lo que posiblemente haya empujado a Olona a empezar por ahí su nueva identidad política, a pesar de que en la entrevista mantenía intactos la mayoría de temas y lemas que había defendido cuando fue diputada del partido verde. El asunto de la memoria histórica fue quizás uno de los más obvios, del que no supo escapar y en el que terminó por caer a pesar de sus intentos por esquivarlo. Lo mismo con la presencia de nazis en los entornos de Vox, que Macarena pareció descubrir cuando estos se le volvieron en contra, no antes, cuando desde su irrupción en la política ya empezamos a exponer a varios de estos en La Marea y en otros medios.

En resumen, el papel que interpretó Olona en el programa de Évole no coló. Ni siquiera cuando dejaba caer sospechas sobre sus cuentas, invitando a hacerlas públicas. Ella estuvo allí hasta hace nada, y siendo además abogada del Estado, debería haber informado de cualquier irregularidad. Primero a su partido, por si se les había pasado, y segundo, al Estado para el que trabaja y al que dice defender como buena mujer de ley y orden. Veremos en qué medida Macarena hace daño al partido que la popularizó, qué papel interpretará en un futuro, y qué papel jugarán esta vez los medios de comunicación ante la deriva de Vox cuando este juguete empieza ya a desgastarse.

Columna de opinión en Público, 22/02/2023

Cosas Natsis con Miquel Ramos en Pandemia Digital

Conversación con Julián Macías en Pandemia Digital después de los homenajes a la división azul y la impunidad del ensalzamiento fascista con el visto bueno de las Delegaciones del Gobierno del PSOE.